HISTORIA
ANTIGUA
HISTORIA ANTIGUA
Creado por juancas del 03 de septiembre del 2013
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de de The Bhakti ChannelRamayana de Valmiki
Ramayana de Valmiki
Sarga XXVIII
Viśvāmitra da aún más armas a Rāma
Provisto de tales armas, el rostro radiante, puro, Kakutstha, según iban andando, dijo a Viśvāmitra: “Provisto estoy de armas, oh bienaventurado!, que me hacen invencible incluso frente a los dioses mismos. Pero ahora quiero conocer su empleo, ¡oh toro de los ascetas!”
Habiendo hablado de este modo Kakutstha, Viśvāmitra, el del gran tapas, le enseñó a servir de tales proyectiles; luego, el santo y sabio asceta, fiel a sus votos, le habló en estos términos: “La Satyavat, la Satyakirti, la Drishtha, la Rabhasa, el dardo llamado Pratiharata, la Paranmukha, la Avanmukht la Lakshya y la Alakshya, la Dridhnabha y la Sunabhaka, Dasaksha y la Satavaktra, la Dasasirsha y la Satodara, la Padmanabha y la Manaba, la Dundunabha y la Svanabhaka, la Jyotisha, la Sakuna, la Nairasya y la Vimala, la Yaugandhara y la Vinidra, la Diatya y la Pramathana, la Sucibhau, la Mahabahu, la Nishkali, la Viruca, la Sarcimalim, la Dhritamalin, la Vrittimat y la Dhanya, ¡oh Raghava! la Kamarupa, la Kamaruci, la Moha, la Avarana, la Jambhaka, la Sarpanatha, la Panthan y la Varuna, éstas hijas de Krisasva, ¡oh Rāma!, estas armas, dardos centelleantes, cambian de forma a voluntad. Recíbelas de mi mano y sé feliz, pues digno eres de ello, ¡oh, Raghava!”
“Bien”, dijo Kakutstha con el corazón lleno de alegría, pues las armas se le mostraron bajo formas corporales, divinas, brillantes, afortunadas. Unas, semejantes a tizones; otras, parecidas al humo; aún otras, a rayos de luna. Inclinadas todas y con las manos juntas, saludaron a Rāma haciendo el anjali; luego le dijeron con voz armoniosa: “Henos aquí, tigre de los hombres; ordena qué es preciso hacer.”
“Venid – les dijo el descendiente de Raghu -, deseo que os fijéis en mi corazón y que en el momento de obrar seáis mis auxiliares.” Entonces, honrando a Rāma con el pradakshina, dijeron a Kakustha: “Que así sea”, y luego se fueron tal cual habían venido.
Raghava, tras haber hecho su conocimiento, prosiguió su camino diciendo a Viśvāmitra, el gran muni, con voz dulce y acariciadora: “¿Qué bosque es aquél, no lejos de la montaña, que brilla semejante a una nube? Tengo gran curiosidad por saberlo, de tal modo es encantador, lleno de fieras y poblado de pájaros de toda clase de melodiosos gorjeos. Puesto que hemos salido, ¡oh excelente asceta!, del bosque que hace que el terror erice los pelos, vayamos a ver ese otro delicioso. Díme, ¡oh bienaventurado!, ¿de quién es esa ermita? El lugar donde se reúnen esos malvados matadores de brahmanes, esos perversos, que con su maldad se oponen a tus sacrificios, ¡oh gran asceta!, ¿dónde está? ¿Dónde deben cumplirse tus ceremonias sacrificatorias, ¡oh brāhmaṇa!, bajo mi protección? ¿Dónde están los rākṣasas que tengo que destruir? Todo esto, ¡oh flor de los munis!, maestro mío, deseo que me lo digas.”
SARGA XXIX
LA ERMITA DEL SIDDHA
A estas preguntas del héroe del valor sin medida, Viśvāmitra, el del gran renombre, se apresuró a contestar: “Aquí, ¡oh valeroso Rāma!, Viṣṇu, adorado por los dioses, durante años sumamente numerosos, durante centenares de yugas, habitó él, dios de muy gran tapas, con objeto de practicar el ascetismo. Es la antigua ermita, ¡oh Rāma!, del magnánimo Vamana. “Ermita del Siddha”, tal es su nombre, a causa del Siddha que en ella practicó su gran tapas. Ahora bien, en aquel tiempo, el rey Bali, hijo de Virocana, tras haber vencido a las tropas de los devas acompañadas de Indra, así como a las de los maruts, estableció su gloriosa dominación sobre los tres mundos. El muy grande y poderoso Indra de los asuras hizo un sacrificio. Mientras que Bali sacrificaba, los dioses, Agni a su frente, vinieron todos juntos aquí a esta ermita, y dijeron a Viṣṇu: “Bali, el hijo de Virocana, ¡oh Viṣṇu!, hace un muy grande sacrificio. Mientras se ocupa en su piadosa empresa, cumplamos nuestro proyecto. Cuantos se acercan a él para hacerle una petición, sea cual sea su objeto, su naturaleza o su manera de ser, queda satisfecho. En interés de los dioses y valiéndose de los recursos de tu Māyā, transfórmate en enano, ¡oh Viṣṇu!, con objeto de cumplir esta saludable misión.”
“Ahora bien, en aquel momento llegó Kasyapa, centelleante como Agni, acompañado de Aditi, ¡oh Rāma!, y cual si estallase de poderío. En unión de la diosa, el Bienaventurado, tras haber durante mil años cumplido las divinas observancias, cantó al distribuidor de dones, al matador de Madhú, del modo siguiente: “¡Oh dios, hecho de tapás, montaña de tapás, tú de quien el tapás es la forma y la esencia, con ayuda del tapás bien practicado, te contemplo a ti, que eres el Supremo Purusa. En tu cuerpo veo todo este Universo, ¡oh Señor! Tú sólo eres sin principio y sin límites posibles: He venido a refugiarme en ti.”
“Hari, gozoso, dijo a Kasyapa, limpio de toda falta: “Escoge un don y sé dichoso; te estimo digno de un favor.” A estas palabras del dios, el hijo de Marici, Kasyapa, respondió: “El favor que deseamos. Aditi, los dioses y yo, ¡oh distribuidor de dones!, concédenoslo dada tu benevolencia y tu piedad. Tórnate la progenitura de Aditi y la mía, ¡oh irreprochable Bhagavat! Sé el hermano segundo de Sakra, ¡oh matador del asura! Pues tú debes socorrer a los devas en su aflicción. Con ello esta ermita del Siddha será llamada, gracias a la perfección de tu karmán. ¡Oh jefe de los Dioses! ¡Oh Bhagavat!, sal de aquí.”
“Entonces Viṣṇu, el de la refulgente virtud, nació en Asiti (Aditi). Y transformado en enano fue al encuentro del hijo de Virocana. Y pidiéndole el espacio tan sólo de tres pasos, apoderóse de la Tierra entera, pues con tres pasos recorrió los tres mundos, él, que deseaba los mundos y que se complace haciéndose útil a todos. Luego se los entregó al gran Indra, tras haber domado a Bali mediante su energía. El conjunto de los tres mundos, el dios de la gran gloria lo hizo de nuevo tributarios de Sakra (179).
“Tras haber sido otra vez habitada por él esta ermita de Vamana, en la que se reposa uno de sus fatigas, yo gozo de ella piadosamente hoy. Pero invadida está por rākṣasas, que ponen obstáculos a mis sacrificios. Esos perversos, ¡oh tigre entre los hombres!, preciso es que tú los destruyas. Ahora vamos a la ermita del Siddha; nada hay que sea más hermoso, esta ermita te pertenece tanto como a mí.”
Habiendo hablado así, poseído de la alegría más viva, tomó de la mano a Rāma y a Lakṣmaṇa. Cuando entró en su soledad, el ilustre asceta resplandecía como el dios de la Luna cuando disipada la niebla es escoltado por los dos Vasus. Viéndole, todos los munis que habitaban el eremitorio del Siddha llegando, apresuráronse a rendir sus homenajes a Viśvāmitra. De acuerdo con el deber, honraron al prudente Viśvāmitra, y cumplieron con los dos príncipes asimismo los deberes de la hospitalidad.
Descansados de sus fatigas en un instante, los dos príncipes victoriosos de sus enemigos, haciendo el anjali, dijeron al tigre de los munis, ellos los descendientes de Raghu: “Procede hoy mismo, ¡oh toro de los ascetas!, a la ceremonia santa. Que esta ermita del Siddha, del Santo, sea siddha, sea santa ella misma, y que tu palabra se verifique.”
A esta invitación, el poderoso, el gran rṣi Viśvāmitra, procedió a la ceremonia santa, muy atento y con los sentidos bien domados. Semejantes a los dos Kumaras, los jóvenes príncipes pasaron la noche en profundo recogimiento. Luego, a la mañana, habiéndose levantado y meditado con el alba naciente, purificados, recitaron en voz baja y devotamente la plegaria por excelencia. Al punto saludaron a Viśvāmitra, que invocaba a Agni permaneciendo cerca de la ofrenda.
SARGA XXX
Rāma hiere a Marica y vence a sus Compañeros
Instruido acerca del momento y lugar favorables, los dos príncipes vencedores de sus enemigos escogiendo para hablar el lugar y momento oportunos, dijeron al hijo de Kusika: “¡Oh Bienaventurado!, deseamos saber cuándo los dos merodeadores nocturnos deben ser expulsados. Habla. No dejes pasar el momento propicio.” Tal dijeron los dos Kakutsthas, impacientes por combatir. Todos los ascetas, muy contentos, felicitaron a ambos príncipes.
“A partir de ese momento, velad durante seis noches, ¡oh Raghavas! El Muni, habiendo entrado en sus funciones santas, observará silencio durante todo ese tiempo.” Habiendo oído estas palabras, los dos príncipes ilustres velaron seis días y seis noches con objeto de guardar el eremitorio silvestre. Meditando con gran recogimiento, los dos héroes, armados cada uno con un gran arco, velaban por el excelente asceta Viśvāmitra, el vencedor de sus enemigos. El tiempo transcurría. El sexto día había llegado. Rāma, recogido, dijo al hijo de Sumitra: “Está atento.” Así habló Rāma, impaciente por combatir. Entonces la vedi brilló, rodeada por el recitador y el purohita. La yerba darbha, la copa y la cuchara, los samidhs, la capa de flores decoraban brillantemente la vedi en que estaba Viśvāmitra con los ritvijs. El sacrificio proseguíase, acompañado de mantras litúrgicos, cuando, en el aire, se dejó oír, sembrando el espanto, un gran ruido. Cual en la estación de las lluvias se ve a una nube cubrir el cielo, así, haciendo obrar a su magia, los dos rākṣasas acudieron, Maricha y Subahú, espantosos de ver, llegaron con su escolta y extendieron olas de sangre. Al ver la vedi regada de olas de sangre, Rāma acudió al punto viendo a los dos rākṣasas en el aire. Y como acudiesen de pronto, Rāma, el de los ojos de loto, mirando a Lakṣmaṇa, le dijo: “Mira, Lakṣmaṇa, a esos perversos rākṣasas que se alimentan de carne. Con ayuda del arma de Manava los dispersaré, como el viento dispersa a las nubes. No hay duda, pues yo no puedo matar a tales seres.” Tras estas palabras, Rāma preparó prestamente su arco, colocando en él un noble dardo de Manu, muy brillante, que llevado de su excesiva cólera, Raghava hundió en el pecho de Maricha. Este, alcanzado por el excelente dardo de Manu, cayó en el seno del mar, a una distancia de cien yojanas. Viendo a Maricha privado de sentido, retorciéndose bajo la acción del agudo dardo y como deshecho, Rāma dijo a Lakṣmaṇa: “Observa, Lakṣmaṇa; ese dardo agudo de Manu, dotado del poder de Manu mismo, turba al rākṣasa y le hace desfallecer, sin por ello privarle de vida. Voy a herir a esos otros rākṣasas implacables, de perversa conducta, dados al mal, que interrumpen los sacrificios y se alimentan de carne.” Tras haber hablado así a Lakṣmaṇa y haberle indicado rápidamente su propósito, el retoño de Raghu cogió un enorme dardo de Agni y traspasó el pecho de Subahú, que herido cayó al suelo. El resto de los rākṣasas, con ayuda de un dardo de Vayu, el ilustre Raghava, de noble raza, los abatió, con gran contento de los ascetas.
Una vez que hubo derribado a todos los rākṣasas que turbaban los sacrificios, el retoño de Raghú recibió los homenajes de los solitarios, como en otro tiempo Indra, victorioso en el campo de batalla. El sacrificio terminado, Viśvāmitra, el ilustre asceta, viendo los puntos cardinales libres de enemigos, habló en estos términos a Kukutstha: “Mi propósito alcanzado está, ¡oh poderoso héroe!; la palabra del gurú cumplida ha quedado gracias a ti. La ermita del Siddha tú la haces digna de su nombre, ¡oh glorioso héroe!” Y tras haber alabado de este modo a Rāma, permaneció durante el crepúsculo con los dos príncipes.
SARGA XXXI
El Arco de Janaka
Aquella noche, Rāma y Lakṣmaṇa, su misión cumplida, la pasaron allí. Los dos héroes con el corazón lleno de alegría estaban muy contentos. Al alba, la noche desaparecida, los dos jóvenes príncipes, tras haber cumplido sus obligaciones matinales, fueron juntos a encontrar a Viśvāmitra y a los demás rṣis. Saludaron al príncipe de los ascetas, que brillaba como Pavaka, y con voz armoniosa le dirigieron estas nobles palabras: “Nosotros dos aquí presentes, ¡oh tigre de los munis!, somos tus servidores. Díctanos tu voluntad, ¡oh tú el primero de los solitarios! ¿Qué debemos hacer?”
Cuando los dos hermanos hubieron hablado de este modo, todos los rṣis, Viśvāmitra a la cabeza, dijeron a Rāma: “El descendiente de Mithila, ¡oh el mejor de los hombres!, Janaka, debe ofrecer un sacrificio de la mayor importancia; nosotros iremos a él, ¡oh tigre de los hombres!, y preciso te será venir con nosotros. Allí verás una maravilla: la perla de los arcos. En otro tiempo, ¡oh el mejor de los hombres!, le fue ofrecido en una asamblea, a propósito de una fiesta, por las divinidades. Es de una potencia ilimitada, formidable, y su brillo es extremado. Ni devas, ni gandharvas, ni asuras, ni rākṣasas son capaces de tenderle y, por supuesto, mucho menos los hombres. Reyes ávidos de conquistas, príncipes valerosos tampoco han podido armar ese arco poderoso. Este arco del magnánimo descendiente de Mithila, ¡oh tigre de los hombres, oh Kakustha!, allí le verás, así como el sacrificio, absolutamente maravilloso. Este arco excelente, de hermosa empuñadura, ¡oh tigre de los hombres!, concedido fue por todos los dioses al hijo de Mithila como fruto del sacrificio. Este arco, recompensa del sacrificio, es venerado en el palacio de este rey, ¡oh Raghava!, donde está rodeado de perfumes variados, además de quemar ante él aloes odoríferos.” Dichas estas palabras, el excelente muni se levantó con objeto de partir en compañía de la tropa de rṣis y de Kakutstha. Saludando a las divinidades del bosque, dijo: “Adiós; me voy, siddha, de la ermita de Siddha, para alcanzar la orilla septentrional del Jahnaví, en la montaña de Himavat.” Tras haber hablado así, el tigre de los munis, el hijo de Kusika, tesoro de ascetismo, tomando la dirección norte, se alejó. En su marcha, el excelente muni fue acompañado, durante su viaje, por un centenar de carros llenos de ascetas recitadores de los Vedas. Las gacelas y los pájaros que habitaban la ermita del Siddha escoltaron también, con su grandeza de alma, a Viśvāmitra, tesoro de ascetismo. El asceta, acompañado de la tropa de rṣis, despidió a los pájaros. Los solitarios recorrieron un largo trayecto, el Sol estaba en lo alto del horizonte. Luego se detuvieron, todos juntos, a orillas del Soná. Habiéndose ido el Sol detrás del Asta, se bañaron y alumbraron el fuego sagrado. Luego, Viśvāmitra el primero, y los ascetas de virtud sin límites, se sentaron. Rāma, al que el hijo de Sumitra acompañaba, tras saludar a los munis, colocáronse frente al sabio Viśvāmitra. El poderoso Rāma interrogó a Viśvāmitra, el del rico ascetismo, al tigre de los munis, con curiosidad: “¡Oh bienaventurado! ¿Qué país es éste tan hermoso y de tan esposos bosques? Deseo saberlo; sé tu feliz y dime la verdad.” Estimulado por las palabras de Rāma, el santo asceta de gran tapás contó, en medio de los rṣis, todo cuanto concernía a aquel lugar.
SARGA XXXII
HISTORIA DE LAS HIJAS DE KUSANABHA
“Erase un hijo de Brahmā llamado llamado Kusa, de gran tapas, fiel a sus votos, instruido en la ley, venerado de las gentes de bien. El magnánimo asceta tuvo con una virtuosa mujer de su tribu de vidarbha cuatro hijos poderosos, semejantes a él: Kusamba, Kusanabha, Asurtarajas y Vasú, dotados de hermosura, de gran fuerza y deseos de cumplir los deberes de los kṣatriyas. Kusa dijo a sus virtuosos hijos, con lenguaje sincero: “Velad por la salvaguardia de los pueblos, ¡oh hijos míos!, y con ello cumpliréis un doble deber.” Oyeron estas palabras, los cuatro hijos de Kusa, distinguidos entre todos, la flor del género humano, fundaron cada uno una ciudad. El valeroso Kusamba fundó la ciudad de Kusambí; el magnánimo Kusanabha fundo la ciudad de Mahodaya. Asurtarajas, el de la gran inteligencia, fundó Dharmaranya; el príncipe Vasú fundó la importante ciudad de Girivraja. Esta región se llama Vasumati, del nombre de Vasú, el de la gran alma. Míralas allí: cinco montañas brillantes la rodean. El Sumagadhí, río delicioso, ilustre, deslízase por Magadha, y brilla como una guirnalda en medio de las cinco altas montañas. Este río, ¡oh Rāma!, que riega Magadha, pertenece al magnánimo Vasú, viene del este; bordeado está de campos soberbios y festoneados de mieses. Kusanabha, el rṣi real de la gran alma, tuvo de Ghritaci un centenar de jóvenes perfectas, ¡oh alegría de Raghú! Deslumbradoras de juventud y de hermosura, cubiertas de adornos, divertíanse en medio de un parque encantador, semejantes a cien estanques en la estación de las lluvias. Cantaban, bailaban acompañábanse de instrumentos de música, ¡oh Raghava!, adornadas con los más bellos atavíos; su alegría era extremada. Tenían todos sus miembros bien hechos, su hermosura era sin igual en la Tierra. En el parque delicioso donde jugaban, asemejábanse a estrellas en medio de las nubes. Contemplando a todas aquellas hermosas jóvenes dotadas de todas las cualidades, Vayú, que penetra todas las cosas, las dijo: “Os amo a todas. Sed mis esposas. Dejad vuestra naturaleza humana y gozaréis de larga vida. La juventud es siempre efímera, sobre todo entre los seres humanos. Vosotras adquiriréis una juventud sin fin haciéndoos inmortales.” Oyendo este lenguaje del infatigable Vayú, las cien jóvenes le replicaron con desdeñosa sonrisa: “Puesto que penetras en todos los seres, ¡oh excelente sura!, tu poder conocido es de todos, sí, pero, ¿por qué esta injuria? Nosotras somos las hijas de Kusanabha, ¡oh dios, el mejor de los suras! Reunidas, capaces somos de precipitar de su puesto a un dios mismo, pues guardamos el ascetismo. No, no llegará, ¡oh insensato!, el tiempo en que, sin respeto hacia nuestro padre, el del lenguaje verídico, nosotras procedamos, usando de nuestra autoridad propia, para la elección de marido. Nuestro padre es nuestro amo, él es nuestra suprema divinidad. Aquel al que nuestro padre nos dé, aquel será nuestro esposo.” Oyendo estas palabras, Vayú, transportado de furor, él, Bhagavat, el Señor, penetró todos sus miembros y los rompió. Las jóvenes, estropeadas por Vayú, entraron en la casa del rey su padre, con el aire extravidado, confusas y llenos los ojos de lágrimas. Al ver a sus bienamadas hijas, las de los hermosos miembros, mutiladas y hundidas en el dolor, el rey, fuera de sí, preguntó: “¿Quién ha despreciado la ley a tal punto? ¿Quién os ha vuelto contrahechas? ¿Por qué permanecéis silenciosas?” El rey, habiéndolas interrogado así, suspirando, esperó con ansiedad su respuesta.”
SARGA XXXIII
KUSANABHA CASA A SUS HIJAS CON BRAHMADATTA
A estas preguntas del prudente Kusanabha, las cien muchachas, tocando sus pies con su frente, respondieron: “Vayú, que penetra todos los seres, ¡oh rey!, y que se complace en atormentarles, entregando a malas prácticas, no observa la ley. “Nosotras estamos bajo el poder paterno, sé dichoso, nosotras sumisas somos a la voluntad de nuestro padre. Si él nos da a ti entonces tómanos.” He aquí lo que hemos dicho. Pero, obstinado en el mal y desdeñando escucharnos, nos ha herido cruelmente.”
Al escuchar estas palabras, el virtuoso y poderoso monarca dijo a sus excelentes y jóvenes hijas: “La paciencia, aun para los mismos pacientes, ¡oh hijas mías!, es lo que hay de más difícil. Vuestra decisión honra a mi familia. El ornato de las mujeres consiste en soportar las injurias, como lo es también entre los hombres. La longanimidad es incómoda, particularmente cuando se trata de los Treinta. Vuestra longanimidad, ¡oh hijas mías!, brota en todas vosotras indistintamente. Esta virtud es el don por excelencia; ella es lo verdadero. La longanimidad es el sacrificio, ¡oh mis hijas queridas! El perdón de las injurias es la gloria, es el deber; sobre la longanimidad reposa el Mundo.” Habiendo, tras estas palabras, hecho salir a sus hijas, ¡oh Kakutstha!, el rey, cuyo poder igualaba al de los Treintas, con el espíritu reflexivo, deliberó, en reunión de sus consejeros, sobre el matrimonio de sus hijas: dónde, cuándo y con quién era preciso unirlas.
Vivía entonces un ilustre solitario, llamado Culin, dado a la continencia, a las santas prácticas, y que había tomado a Brahmā como objeto de su tapás. Mientras que este rṣi mortificábase así, una gandharvesa vino a encontrarle; se llamaba Somada, felicidad a ti; era hija de Urmilá. Inclinóse ante él en señal de perfecta sumisión, y habitó con él durante algún tiempo, afianzada en el deber. El gurú estaba contento de ella. Al cabo de cierto plazo, la dijo, ¡oh descendiente de Raghú!: “Estoy muy contento de ti, ¿qué podría hacer por agradarte? Instruida de la satisfacción del asceta, la gandharvesa, en el colmo de la alegría, dijo con voz dulce y persuasiva al elocuente muni: “Dotado del poder de Brahmā, tú eres otro Brahmā, ¡oh gran asceta! Quisiera un hijo ornado del tapás de Brahmā y fiel a su deber. No tengo marido, que la dicha sea contigo; yo no soy la esposa de nadie. Yo he venido a encontrarte a ti, que eres un brāhmaṇa, y yo quiero un hijo de ti.” Llevado de su benevolencia el brahmarṣi la dio un eminente brāhmaṇa. Y éste fue Brahmadatta, el hijo de Culin, nacido de su corazón.
El rey Brahmadatta habitaba entonces la ciudad de Kampilya gozando de gran opulencia, así como el rey de los dioses habita el Cielo. El muy virtuoso rey Kusanabha resolvió, ¡oh Kakutstha!, unir a Brahmadatta con sus cien hijas. Habiendo hecho venir a Brahmadatta, el muy glorioso príncipe le dio las cien jóvenes, con el corazón lleno de alegría. Semejante al monarca de los dioses, el rey Brahmadatta, ¡oh alegría de Raghú!, les cogió la mano una tras otra. Al contacto de la mano de Brahmadatta, vueltas erguidas y libradas de sus deformidades, las cien jóvenes resplandecieron llenas de extremada hermosura. Viéndolas libres de Vayú, el rey Kusanabha sintió grandísima alegría, que manifestó en varias ocasiones. Tras haber celebrado las bodas, dejó marchar al rey Brahmadatta con sus esposas y una tropa de gurús. Somadá, la gandharvesa, al ver a su hijo seguido de tal cortejo, deseó la bienvenida a sus nueras, según la regla, las colmó de atenciones y celebró las alabanzas de Kusanabha.”
SARGA XXXIV
NACIMIENTO DE GADHI, PADRE DE VIŚVĀMITRA
“Cuando Brahmadatta, una vez celebrado su matrimonio partió, ¡oh Raghava!, Kusanabha, que no tenía hijos, procedió al ishti para ver de tener un nieto. Mientras el rey Kusanabha procedía al ishti, el noble Kusa, su padre, hijo de Brahmā, le dijo: “Oh, hijo mío!, te nacerá un hijo muy virtuoso, semejante a ti. Se llamará Gadhi. Mediante él, adquirirás en el Mundo inmortal renombre.” Kusa, ¡oh Rāma!, habiendo hablado así al rey Kusanabha, se elevó por los aires y entró en el eterno Brahmaloka. Al cabo de cierto tiempo, le nació al sabio Kusanabha un nieto, que fue el muy virtuoso Gadhi. Pues bien, ¡oh Kakutstha!, yo soy el hijo de Gadhi, el de la santidad eminente. Yo he salido de la raza de Kusa, y mi sobrenombre es Kusika, ¡oh alegría de Raghú! Tengo una hermana mayor fiel a sus votos, ¡oh Raghava!, que se llama Satyavatí, y que está casada con Ricika. Habiendo ido al Cielo con su cuerpo, en seguimiento de su marido, ha llegado a ser Kausikí, el santo y grande río. Divina, de aguas purificantes, bella, teniendo como asilo el Himavat, mi hermana destinada está a la utilidad del Mundo. He aquí por qué yo habito los flancos del Himavat, constantemente dichoso, lleno de afecto hacia mi hermana Kausikí, ¡oh descendiente de Raghú! He aquí cómo la santa Satyavatí, firme en la verdadera ley, consagrada a su esposo, ha llegado a ser el opulento Kausikí, el más excelente de los ríos. Y tras haberte obtenido, gracias a mis piadosas observancias, aquí he venido contigo; he alcanzado la ermita del Siddha y he llegado a ser siddha gracias a tu valor. Tal es, ¡oh Rāma!, mi ilustre origen, el de mi raza y el de mi morada. He aquí, pues, ¡oh valeroso héroe!, lo que me preguntabas. La mitad de la noche ha transcurrido, ¡oh Kakutstha!, durante mi relato. Ve a dormir y sé feliz, y que nuestra peregrinación en este país se efectúe sin obstáculos. Los astros están inmóviles; fieras y pájaros reposan. Los puntos del horizonte envueltos están en tinieblas nocturnas, ¡oh alegría de Raghú! El crepúsculo se ha borrado lentamente; el cielo se ha cubierto de ojos; el firmamento brilla con el resplandor de planetas y estrellas. La Luna de fríos rayos se levanta y disipa la oscuridad del Universo, alegrando en el Mundo, con su luz, los corazones de las criaturas animadas. Todos los seres de la noche rondan aquí y allá; tropas de yaksas y de rākṣasas, monstruos espantosos, hártanse de carnes.”
Habiendo hablado así el ilustre, el gran muni, calló. “Bien, bien”, dijeron todos los ascetas y celebraron sus alabanzas: Esta raza de los Kusikas es poderosa y siempre fiel a su deber. Los descendientes de Kusa, semejantes a Brahmā, llenos de grandeza de alma, son la flor del género humano. Muy especialmente, tú, ¡oh ilustre Viśvāmitra!, y Kausikí, el primero de los ríos, el honor de su raza, tu hermana.”
Alabado así por los gozosos tigres de los ascetas, el descendiente de Kusika se fue a dormir: lo mismo que el Sol, cuando se retira detrás del Asta. Rāma, acompañado del hijo de Sumitrá, todo maravillado, felicitó al tigre de los munis y luego se entregó al sueño.
SARGA XXXV
Historia del Gańgā
El resto de la noche transcurró para los grandes ascetas al borde del Soná. Cuando la noche dejó el puesto al alba, Viśvāmitra dijo: “El alba blanquea, ¡oh Rāma!: he aquí la primera aurora, Arriba, arriba, sé dichoso y prepárate para partir.” A estas palabras del asceta, Rāma, habiendo cumplido sus deberes religiosos de la mañana, estuvo dispuesto a partir y dijo: “Este Soná de aguas puras y profundas, sembrados de arrecifes, ¿cómo, ¡oh brāhmaṇa!, le franqueremos?”
A esta pregunta de Rāma, Viśvāmitra respondió: “Por un vado que conozco y del cual se sirven los grandes rṣis.”
Tras haber hecho un largo camino, en pleno día, llegaron a la vista de Jahnaví, el más excelentes de los ríos, honrado por los ascetas. A la vista de aquel río de santas aguas, frecuentado por los hamsas y lo sarasas (180), una larga alegría se apoderó de todos los ascetas, así como de los Raghavas. Todos detuviéronse entonces haciendo alto en su orilla, y luego se bañaron, según la regla, satisfaciendo a los pitris y a las divinidades. Ofreciéndolas Agnihotras y las alimentaron con libaciones de soma semejante al amrta. En seguida, instaláronse al borde del Jahnaví radiantes y con el corazón gozoso. Rodeando por todos lados al magnánimo Viśvāmitra, se colocaron según su categoría, y los dos Raghavas, según su dignidad. Llena el alma de alegría, Rāma dijo a Viśvāmitra: “Deseo saber, ¡oh bienaventurado!, cómo el Gańgā, este río de tres corrientes, tras haber recorrido los tres mundos, va a reunirse con el Amo de ríos y corrientes de aguas.”
Estimulado por esta pregunta de Rāma, Viśvāmitra, el gran asceta, se puso a contar el desarrollo y el origen del Gańgā. “El Indra de las montañas, Himavat, mina colosal de metales, tiene dos hijas, ¡oh Rāma!, que no tienen igual en la Tierra en lo que a hermosura se refiere. La hija del Meru es su madre; de talla elegante, ésta se llama Mená, y es la bella y amada esposa de Himavat. De ella Himavat tiene a ésta, Gańgā, su hija mayor (181); Umā es su segunda hija, ¡oh Raghava! Todos los suras, deseosos de cumplir la obra divina, pidieron al Indra de los montes su hija mayor, la Gańgā, río de tres corrientes. Himavat les dio legalmente su hija, que purifica los mundos, la Gańgā, la del curso independiente, llevado por el deseo que tenía de servir a los tres mundos. Los suras, habiéndola recibido, en interés de los tres mundos, tal cual deseaban, tomaron la Gańgā y se volvieron con ella, con el corazón satisfecho por haber cumplido su propósito. En cuanto a la otra hija del monte Himavat, ¡oh alegría de Raghú!, ésta emprendió austeridades espantosas y practicó el ascetismo como un verdadero asceta. El rey de los montes dio a Rudra, el incomparable, su hija Umā dotada de un excelente tapás y venerada por los mundos. Tales son las dos hijas del rey de los montes, honradas por los mundos, la Gańgā, el más santo de los ríos, y la divina Umā, ¡oh Raghava! Y vas a saber con todo detalle cómo este río de triple corriente viajó primeramente en el espacio, ¡oh hijo mío, tú, el primero de los seres que se mueven!, cuándo hizo brotar en el mundo de los suras sus ondas santificantes.
SARGA XXXVI
HISTORIA DE ŚIVA Y UMĀ
Cuando el muni hubo dicho lo que tenía que decir, los dos héroes, Raghava y Lakṣmaṇa, aplaudiendo su relato, hablaron en estos términos al toro de los ascetas: “¡Oh brāhmaṇa!, esta santa y maravillosa historia de la hija mayor del rey de los montes, cuéntanosla con toda clase de detalle, pues tú la sabes a fondo esta historia divina y humana a la vez, a propósito de por qué la Gańgā, que santifica los mundos, este excelente río, célebre con el nombre del río de las tres corrientes, por qué y cómo, en efecto, tiene una triple corriente. Y dinos también, ¡oh docto muni!, cuáles son sus funciones en los tres mundos.”
Así interrogado por Kakutstha, el asceta Viśvāmitra narró la historia entera, en medio de los rṣis, de este modo: “En otro tiempo, ¡oh Rāma!, Sitikantha, el del gran tapás, celebró sus bodas. El bienaventurado, habiendo visto a la diosa Umā, se unió a ella. Mientras que se regocijaba con su esposa, él Mahadeva, el sabio, el dios del cuello azul, cien años divinos transcurrieron. No obstante, ¡oh Rāma, azote de tus enemigos!, no tenía hijo con ella. Entonces todos los dioses se reunieron, el Abuelo a su cabeza: “Si le naciese un hijo, ¿quién podría resistirle?” Así pensaron los suras, y todos fueron a posternarse ante él y le dijeron: “¡Oh Dios de los dioses! ¡Oh Mahadeva! ¡Oh tú, que te complaces en hacerte útil al Universo!, concede una gracia a los suras posternados ante ti. Los mundos no podrán soportar tu energía, ¡oh eminente sura!, si, entregado al ascetismo brahmánico, observas el tapás con la diosa tu esposa. En el interés de los tres mundos y por amor de ellos, retén tu energía en tu energía; conserva estos tres mundos, no los destruyas.” A estas palabras de los dioses, el Amo supremo de todos los mundos respondió: “Bien.” Y, dirigiéndose de nuevo a ellos, añadió: “Retendré mi energía con ayuda de mi energía, en mi unión con Umā, ¡oh vosotros los Treintas!, puesto que lo queréis: ¡que la Tierra consiga su felicidad! Pero lo que he emitido de mi esperma sin igual, ¿quién podrá recibirlo? Decídmelo, excelentes suras.”
Así interrogados, los dioses respondieron al toro de los ascetas: “Lo que se te ha escapado de tu energía, la Tierra lo recibirá.” Oyendo estas palabras, el poderoso amo de los dioses dejó caer su esperma sobre la Tierra, que quedó penetrada de ella, incluso montañas y bosques. Entonces los dioses se dirigieron al dios que se nutría de ofrendas: “Acompañado de Vayú, entra en la gran energía de Rudra.” Agni, unido a la energía de Śiva, dio nacimiento al divino monte Sveta y al bosque Sara, cuyo resplandor iguala al de Payaka y al de Aditya. Entonces nació tambien el todo poderoso Kartikeya, semejante a Agni. Los dioses, acompañados de tropas de rṣis, fueron al punto junto a Umā y Śiva y rindiéndoles los mayores homenajes, con el alma llena de alegría. La hija del monte Himavat habló a los Treinta. Furiosa, les maldijo a todos, con los ojos centelleantes de cólera: “Puesto que me habéis impedido tener hijos, pese a mi deseo, tampoco vosotros podréis tenerlos de vuestras esposas. A partir de este momento, ¡que vuestras esposas sean estériles!”
Tras haber dirigido estas palabras a los suras, maldijo también a la Tierra: “¡Oh Tierra, multiforme te volverás y tendrás innumerables amos! Infecunda a causa de mi cólera, no conocerás las alegrías de la maternidad, ¡oh insensata, que no has querido tampoco que yo fuese madre!”
Viendo la aflicción en que habían sido hundidos los suras, el amo de los suras emprendió el dirigirse a la región gobernada por Varuna. Durante su viaje, Mahesvara y la diosa Umā practicarón el ascetismo, en el lado septentrional de la montaña, sobre una de las cimas del Himavat.
He aquí entera, ¡oh Rāma!, la historia de la hija de la montaña. El origen del Gańgā, apréndelo también de mi boca, ¡oh tú, a quien Lakṣmaṇa acompaña!”
SARGA XXXVII
NACIMIENTO DE KUMARA
“Mientras que el dios se maceraba de este modo, los compañeros de Indra, con Agni a la cabeza, deseando un jefe, fueron hasta donde estaba el Abuelo. Todos los suras dijeron a Bhagavat, el Abuelo, luego de haberse prosternado ante él, ¡oh Rāma!, ellos, los compañeros de Indra, a cuya cabeza iba Agni: “Aquel, ¡oh divino Bhagavat!, que en otro tiempo nos diste como jefe de ejército, entregado está con Umā a un tapás sumamente riguroso. Lo que haya, pues, que hacer inmediatamente, en interés de los mundos, prescríbelo, tú, que conoces la ley y que eres nuestro supremo asilo.”
Oyendo estas palabras de las divinidades, el Abuelo de todos los mundos, con dulce y consolador lenguaje, dijo a los Treinta: “Lo que os ha declarado la hija de la montaña, relativo a que no tendréis hijos con vuestras esposas, esto permanecerá irrevocable y verdadero, no lo dudéis. Pero he aquí la Gańgā aérea; en él el dios nutrido de ofrendas, engendrará un hijo, vencedor de sus enemigos, que será el jefe de los dioses. La hija mayor del monte honrará a este hijo, que será también objeto de los numerosos homenajes de Umā, sin duda alguna.”
Luego de haber oído este discurso, ¡oh alegría de Raghú!, todos los suras, cumplido su propósito, prosternándose delante del Abuelo y le rindieron sus homenajes. Después, ¡oh Rāma!, fueron al Kailasa, montaña muy alta y rica en metales, y allí, todas las divinidades reclamaron un hijo a Agni: “Piensa en los intereses de los dioses, ¡oh tú, dios, que te nutre de ofrendas!, y extiende en el seno de la hija del monte tu energía generatriz, ¡oh tú, cuya energía es poderosa!”
Pavaka se lo prometió así a los dioses, y luego fue a encontrar a la Gańgā y le dijo: “Recibe, ¡oh diosa!, este embrión caro a los dioses.” Oyendo estas palabras, ella revistió una forma divina. Agni, viendo su inmensidad, dispersóse por todas partes. Así, por todos lados, la diosa fue regada por Pavaka, con lo que todas las corrientes del Gańgā quedaron llenas, ¡oh descendiente de Raghú!
La Gańgā dijo al conductor de todos los dioses: “No puedo soportar tu energía, ¡oh dios!, de tal manera es violenta. Consumida estoy por este fuego, mi espíritu se extravía.” El que se nutre de las ofrendas hechas a todos los dioses dijo a la Gańgā: “Deposita aquí, sobre el flanco del Himavat, el embrión.” Tras estas palabras de Agni, la Gańgā expulsó de sus corrientes a este embrión deslumbrador, de energía inmensa, ¡oh héroe irreprochable! Del embrión salió, de él nació, semejante al jambunada refinado, al oro que penetra la tierra, al oro de brillo sin igual. El cobre y el hierro nacieron de su acuidad. De sus escorias vienen el estaño y el plomo. Este embrión, penetrando la tierra, se transformó en metales de todas clases. Cuando este embrión cayó, todo cuanto sus rayos tocaron, en las inmediaciones del monte Himavat, tornóse un bosque de oro. A partir de esta época, ¡oh Raghava, tigre entre los hombres!, jatarupa fue el nombre del oro, de brillo semejante al dios que se nutre de ofrendas. Los compañeros de Indra, a quien las tropas de los maruts acompañan, confiaron el niño recién nacido a las Krittikas, para que le sirvieran de nodrizas. Estas amamantaron al recién nacido de común acuerdo. “Será el hijo de todas nosotras”, dijeron al tomar la resolución. Entonces todas las divinidades dijeron a su vez: “Kartikeya, tal será el nombre con el cual este niño será conocido en los tres mundos, no hay duda alguna.” Tras estas palabras, las diosas bañaron al niño brotado de la emisión del embrión, y cuya mucha hermosura resplandecía como un brasero. Ellas le sobrenombraron Skanda, precisamente porque de la emisión del embrión había brotado Kartikeya, héroe poderoso, ¡oh Kakutstha!, y semejante a la llama.
La leche de las Krittikas era sin igual. El niño tuvo seis bocas para poder mamar la leche de las seis Krittikas a la vez. Gracias a la leche que tomaba de este modo cada día, el Amo, bien que muy joven todavía, venció con su propio valor a los numerosos ejércitos de los daityas. El ilustre Kumará fue entonces consagrado como jefe de los numerosos ejércitos de los suras por todos los Inmortales, que se trasladaron junto a él, Agni a su frente. Tal es, detalladamente, ¡oh Rāma!, la historia del Gańgā y el origen maravilloso y santo de Kumará. El hombre que practica la devoción respecto a Kartikeya en la Tierra, ¡oh Rāma!, vive largo tiempo en medio de sus nietos, y a su muerte, comparte la felicidad de Skanda.”
SARGA XXXVIII
HISTORIA DE SAGARA Y DE SUS HIJOS
El retoño de Kusika, tras haberle contado esta historia maravillosa, hizo a Rāma, el Kakutstha, este otro relato: “En Ayodhya, ¡oh héroe valeroso!, reinaba en otro tiempo un príncipe magnánimo, cuyo nombre era Sagara. Deseaba hijos, pero no los tenía. La hija del rey de los Vidarbhas, llamada Kesiní, ¡oh Rāma!, fue la primera esposa de Sagara; era virtuosa y verídica. La hija de Arishtanemi, hermana de Suparna, era la segunda mujer de Sagara; se llamaba Sumatí. Acompañado de sus dos esposas, el gran rey practicaba el ascetismo, retirado en el Himavat, sobre la roca de Bhríguprasravana. Al cabo de cien años, satisfecho de su tapás, el muni Bhrígu, el mejor de los hombres de bien, concedió un favor a Sagara: “Tendrás una gran estirpe, ¡oh príncipe irreprochable, toro de hombres! Y obtendrás en este Mundo un renombre sin igual. Una de tus esposas, ¡oh amigo mío!, te dará un hijo que perpetuará tu raza; la otra parirá sesenta mil hijos.”
“Oyendo estas palabras del tigre de los hombres, las dos princesas, acercándose a él le preguntaron, llenas de la más viva alegría, y con las manos juntas con objeto de hacer el anjali: “¿Cuál de nosotras no tendrá sino un hijo, ¡oh brāhmaṇa!, y cuál tendrá un tan gran número? Deseamos saberlo, ¡oh brāhmaṇa!; dinos la verdad.”
“A esta pregunta de las dos reinas, el muy virtuoso Bhrigu dio esta excelente respuesta: “A vosotras el escoger: Por una parte, un hijo único que perpetuará su raza; por otra, numerosos hijos, valientes, gloriosos y poderosos. ¿Qué deseáis una y otra?”
“Oído este discurso del asceta, Kesiní, ¡oh Rāma, alegría de Raghú!, escogió en presencia del rey tener un hijo único que perpetuase su raza. Sumatí, la hermana de Suparna, escogió tener sesenta mil hijos poderosos y llenos de glorias. Tras haber dado la vuelta en torno al asceta, dejándole siempre a su derecha, y haberle saludado con la cabeza, el rey volvió a la ciudad con sus esposas, ¡oh vástago de Raghú!
“Llegado el momento oportuno, la primera de sus esposas dio a luz un hijo, Kesiní dio el nombre de Asamanja al hijo de Sagara. Sumatí, ¡oh tigre de los hombres!, parió una calabaza; de esta calabaza, que partieron, salieron sesenta mil muchachos. Sus nodrizas los criaron en jarros llenos de manteca. Al cabo de mucho tiempo alcanzaron todos la primera juventud. Luego, tras otro lapso de tiempo considerable, los sesenta mil hijos de Sagara tornáronse adolescentes de deslumbradora belleza. Entretanto, el mayor de los hijos de Sagara, vigoroso entre todos, cogiendo a los muchachos de la ciudad, los lanzaba a las aguas del Sarayú, ¡oh alegría de Raghú! No cesaba de reír viéndolos zambullirse. Su conducta era mala; atormentaba a las buenas gentes. Y como vejaba a los habitantes de la ciudad, su padre le expulsó.
“Este Asamanja tuvo a su vez un hijo llamado Amsumat; era un hombre valiente, estimado de todos y afable con cada uno. Al cabo de mucho tiempo se le ocurrió a Sagara, ¡oh el mejor de los hombres!, ofrecer un sacrificio. Con este propósito, el rey, acompañado de una tropa de sacerdotes sacrificadores y versados en la ciencia de los sacrificios, se ocupó de la ceremonia.”
SARGA XXXIX
LOS HIJOS DE SAGARA EXCAVAN LA TIERRA
Cuando Viśvāmitra hubo acabado su relato, el descendiente de Raghú, lleno de alegría, dijo al muni, cuyo resplandor se parecía al del fuego: “Sé dichoso, pero yo deseo conocer por entero esta historia, y cómo este antepasado, ¡oh brāhmaṇa!, cumplió su sacrificio.”
Así interrogado, Viśvāmitra que había picado su curiosidad, respondió a Kakutstha sonriendo: “Aprende la continuación, ¡oh Rāma!, de la historia del magnánimo Sagara. El suegro de Samkara, el ilustre Himavat, y el monte Vindhya, situado enfrente, mirábanse el uno al otro. Y fue allí, ¡oh Kakutstha!, donde un asvamedha fue preparado por Amsumat, el del arco poderoso, el del gran carro, resuelto a cumplir la voluntad de Sagara. Mientras que en la montaña procedía al sacrificio, Vasava, tomando la forma de un rākṣasa, se llevó al caballo que iban a inmolar. Arrebatado el caballo del héroe magnánimo, ¡oh Kakutstha!, las tropas de sacerdotes sacrificadores dijeron todos al sacrificante: “El caballo para el sacrificio ha sido arrebatado de la montaña por la fuerza. Es preciso que venzas a los ladrones y que traigas el caballo, pues está interrupción del sacrificio no puede menos que sernos funesta a todos. Haz de modo, ¡oh rey!, que el sacrificio no quede interrumpido.”
“Oyendo el monarca estas palabras pronunciadas por los sacerdotes sacrificadores en la asamblea, dijo a sus sesenta mil hijos: “¡Oh hijos míos, toros de los hombres!, no sé adónde ha ido el rākṣasa. A pesar de los santos y afortunados brahmanes, el sacrificio ha sido interrumpido. Id, pues, remediad el mal, ¡oh mis queridos hijos!, y que seáis felices. Recorred toda la Tierra a la que el Océano sirve de cintura. Que cada uno de vosotros la registre en la longitud de un yojana a lo largo y a lo ancho. Hasta que el caballo aparezca, excavad el suelo. Buscad asimismo al ladrón, yo os lo ordeno. En mi calidad de sacrificante, yo permaneceré aquí con mis nietos y los oficiantes, hasta que hayáis descubierto el caballo; que seáis felices.”
“Todos aquellos príncipes, llenos de alegría y de fuerza, recorrieron la Tierra, ¡oh Rāma!, para obedecer la orden de su padre. En el espacio de un yojana a lo largo y a lo ancho, cada uno de aquellos tigres entre los hombres, horadó el suelo con sus brazos, de contacto irresistible como el trueno. Desgarrada por sus picos agudos como el rayo y sus arados formidables, la Tierra lanzaba gemidos, ¡oh alegría de Raghú! Cubiertos de heridas, los Serpientes, los asuras, ¡oh Raghava!, los rākṣasas, seres inaccesibles, lanzaban gritos de dolor. En un espacio de sesenta mil yojanas, en todos sentidos, los príncipes excavaron el suelo, ¡oh Rāma, alegría de Raghú! Horadando de este modo, ¡oh tigre de los reyes!, alcanzaron las profundidades últimas del Rasatala y exploraron por todas partes el montañoso Jambudvipa. En aquel momento, los devas, escoltados por los gandharvas, los asuras y los Serpientes, todos llenos de terror, fueron a encontrar al Abuelo. Y llegando junto a él, con el rostro todo descompuesto y presas del mayor espanto, le dijeron: “¡Oh Bhagavat!, toda la tierra es excavada por los hijos de Sagara. Un gran número de seres magnánimo, de criaturas que viven en las aguas han perecido. “He aquí al que ha destruido el sacrificio, el que ha llevado nuestro caballo”, dicen los hijos de Sagara, y atormentan a todos los seres.”
SARGA XL
MUERTE DE LOS HIJOS DE SAGARA
“A este discurso de los devas, a quienes la destrucción violenta de los seres enloquecía, Bhagavat, el Abuelo, sabio consejero, respondió: “El sabio Vasudeva, a quien la Tierra entera pertenece, Madhava de quien ella es la esposa, él, Bhagavat, el Señor, revestido con la forma de Kapila, sostiene constantemente a la Tierra: el fuego de su enojo consumirá a los principes. El desgarramiento del suelo, de siempre previsto, causará la destrucción de los imprevisores hijos de Sagara.”
“Estas palabras del Abuelo regocijaron en extremo a los treinta y tres dioses vencedores de sus enemigos, y se marcharon en el orden que habían venido.
“Los hijos de Sagara lanzaron un inmenso clamor desde el seno de la entreabierta Tierra, clamor semejante al del huracán. Tras haber excavado de aquel modo la Tierra entera, los hijos de Sagara se reunieron todos y, haciendo el anjalí, dijeron a su padre: “Hemos registrado la Tierra entera y destruido seres poderosos, devas, danavas, rākṣasas, pisacas, uragas y pannagas. Pero ni hemos visto a tu caballo ni al raptador. ¿Qué hacer? Sé feliz y reflexiona sobre ello.”
“Cuando hubo oído a sus hijos hablar así, el muy virtuoso rey Sagara se encolerizó y les dijo, ¡oh descendientes de Raghú!: “Cavad aún más y sed felices; hendid el suelo y encontrad al ladrón del caballo, y una vez vuestro fin cumplido, volved.”
“A esta orden de su padre, el magnánimo Sagara, sus sesenta mil hijos corrieron hacia el Rasatala. Y cuando le hubieron horadado más, advirtieron, semejante a una montaña, al elefante de la región, Virupaksha, que sostenía el suelo inmenso; a la Tierra entera con sus montañas y sus bosques, ¡oh alegría de Raghú!, el gran elefante Virupaksha la llevaba sobre su cabeza. Y cuando, en un momento dado, ¡oh Kakutstha!, el gran elefante, cediendo a la fatiga, sacudió su cabeza cansada, prodújose un temblor de tierra.
“Los hijos de Sagara, que habían hecho el pradakshina para honrar al gran animal, protector de las regiones, ¡oh Rāma!, llegaron, excavando, al Rasatala. Tras haber registrado la región del este, exploraron la del sur. En la región del sur, vieron de nuevo a un gran elefante. Era el magnánimo Mahapadma, semejante a tres altas montañas, que sostenía la Tierra con su cabeza; sus asombro fue extremado. Tras haberle honrado con el pradakshina, los sesenta mil hijos de Sagara, los del alma grande, horadaron la región del Oeste. En la región del Oeste, el gran elefante de la región, cuya talla alcanzaba la de un monte, Saumanasa se llamaba, apareció a los héroes. Tras haber honrado a éste con el pradakshina y preguntado por su prosperidad, cavaron más, alcanzando la región que posee el Soma. Al norte, ¡oh excelente hijo de Raghú!, advirtieron a Himapandura, el del cuerpo magnífico, que sostenía esta región. Habiéndole honrado con el pradakshina, los sesenta mil príncipes excavaron esta región terrestre. Llegados a la región célebre del norte, los Sagaras, hijos de Sagara, pusiéronse todos a cavar la Tierra con furor. Todos aquellos príncipes magnánimos, de ardor irresistible, poderosos, advirtieron entonces a Kapila, el eterno Vasudeva. Y al caballo que marchaba junto a este dios. Una alegría sin igual se apoderó de todos, ¡oh vástago de Raghú! Reconociendo en Kapila al interruptor del sacrificio, lanzaron sobre él miradas indignadas y armádose de palas, de rejas de arado y de toda suerte de troncos de árboles y de piedras, se lanzaron furiosos contra él gritando: “¡Detente, detente, tú eres el que nos ha robado el caballo del sacrificio! ¡Insensato, henos aquí, sábelo, somos nosotros, los hijos de Sagara!”
“Cuando Kapila los oyó hablar así, ¡oh vástago de Raghú!, llevado de un violento acceso de cólera, lanzó un rugido. Y Kapila el irresistible, el poderoso, redujo a un montón de ceniza, ¡oh Kakutstha!, a todos los hijos de Sagara.”
SARGA XLI
AMSUMAT TRAE EL CABALLO
“Inquieto de la prolongada ausencia de sus hijos, ¡oh descendiente de Raghú!, el rey Sagara dijo a su nieto, que brillaba por sí mismo: “Eres valiente, instruido, en la magnificencia igualas a tus antepasados. Corre en busca de tus tíos paternos, en la dirección tomada por el ladrón del caballo. Los seres que viven en las profundidades de la Tierra son grandes y fuertes; para combatirles coge tu arco y tu espada. Saluda a aquellos que son dignos de homenajes y mata a los que hacen obstáculo al sacrificio. Y una vez cumplido tu propósito, vuelve para que pueda acabarle.”
“Oyendo estas palabras del magnánimo Sagara, Amsumat, luego de coger su arco y su espada, se alejó con paso rápido, y se hundió por el camino subterráneo practicado por sus magnánimos tíos, ¡oh el mejor de los hombres!, tal cual el rey le había prescrito. El valeroso héroe advirtió el elefante de la región a quien devas, danavas, rākṣasas, pisacas, pájaros y serpientes rinden sus homenajes. Tras haberle honrado con el pradakshina y haber preguntado si todo iba bien para él, le interrogó sobre sus tíos y sobre el que había robado el caballo. El elefante de la región, tras haberle oído, le respondió con su gran inteligencia: “¡Oh hijo de Asamanja!, pronto volverás, tu comisión cumplida, con el caballo.” Habiendo oído esta respuesta, Amsumat interrogó sucesivamente y conforme a las reglas, a todos los elefantes de las otras regiones. Todos aquellos guardianes, llenos de elocuencia y de saber, le honraron con la misma respuesta: “Volverás con el caballo”, dijéronle y diéronle ánimos. Tras estas palabras, alejábase con paso diligente. Y llegó al sitio en que habían sido reducidos a un montón de cenizas sus tíos paternos, los Sagaras. El hijo de Asamanja, presa de vivo dolor, lamentó su muerte, sin poder contener su angustia. No obstante, aquel tigre de hombres a quien la pena y el dolor trastornaban vio al caballo del sacrificio que se paseaba no lejos de allí. Deseando rociar los restos de los príncipes, el valeroso héroe se puso a buscar agua, pero no pudo descubrir ningún depósito. Mas llevando de un lado para otro su vista penetrante, advirtió, ¡oh Rāma!, al tío materno de sus tíos paternos, Suparna, el que era rápido como el viento. El poderoso hijo de Vinata le dijo: “No llores más, ¡oh tigre de los hombres!, esta muerte aprobada es por el Mundo. Ha sido Kapila, cuya fuerza no tiene límites, quien ha reducido a cenizas a estos valientes héroes. No puedes, ¡oh sabio príncipe!, lavar sus restos con agua común. La Gańgā, esta hija mayor de Himavat, ¡oh toro de los hombres!, te procurará el agua, pues es con ella con la que debes lavar los restos de tus tíos. El que santifica los mundos lavará a estos héroes que ya no son sino un montón de cenizas. Y éstas, regadas por la Gańgā, amada de los mundos, hará que los sesenta mil príncipes, ¡oh hijo mío!, vayan al Cielo. Ve a coger el caballo, ¡oh afortunado toro de los hombres!, ¡oh héroe!, pues es preciso que cumplas el sacrificio emprendido por tu abuelo.”
“Tras haber escuchado estas palabras de Suparna, Amsumat, dotado de extremado vigor y de un gran tapás, se apoderó del rápido caballo y volvió sobre sus pasos. Una vez junto al rey que había recibido la iniciación, le dijo cuanto había sabido por Suparna.
“Luego de escuchar estas formidables palabras de Amsumat, el rey hizo cumplir el sacrificio según las reglas y conforme a las prescripciones litúrgicas. Terminado su sacrificio, el venerable monarca se volvió a la ciudad, sin haber encontrado el medio de hacer venir a la Gańgā. Y sin poderlo conseguir, el gran rey, mucho tiempo después, tras un reinado de treinta mil años, fuese al Cielo.”
SARGA XLII
HISTORIA DE BHAGIRATHA
“Cuando Sagara hubo cumplido su tiempo, ¡oh Rāma!, sus ministros en grupo proclamaron rey al muy virtuoso Amsumat. Éste Amsumat fue un muy gran rey, ¡oh descendiente de Raghú! Tuvo un hijo poderoso, conocido con el nombre de Dilipa. Habiendo confiado el reino a Dilipa, se retiró a una cima encantadora del Himavat, donde se entregó al más rudo ascetismo. Tras haber pasado ciento treinta y dos mil años en la soledad, el muy glorioso rey del rico tapás obtuvo el Cielo. Dilipa, el del buen renombre, habiendo sabido la muerte de sus grandes tíos, turbado su espíritu por el dolor, no sabía qué medio emplear para hacer venir a la Gańgā. ¿Cómo podría hacer bajar la Gańgā a la Tierra?, se decía. ¿Cómo cumplir con mis tíos la ceremonia del agua lustral? ¿Cómo salvarles? Este pensamiento le absorbía por entero.
Mientras que continuamente pensaba en ello con el espíritu preocupado por este deber, nacióle un hijo; y fue el muy virtuoso Bhagiratha. El rey Dilipa, el del gran tapás, multiplicó los sacrificios durante los treinta mil años que duró su reinado. Pero el príncipe, impotente para librar a sus antecesores y anonadado por el pesar, sufrió la ley del tiempo, ¡oh tigre de los hombres! Y aquel rey, toro de hombres, subió al Cielo de Indra por sus propios méritos, tras haber instalado a su hijo Bhagiratha en el trono.
“Bhagiratha, rṣi real, lleno de méritos, ¡oh alegría de Raghú!, no tenía hijos. El gran rey deseaba descendencia, y sus súbditos, una vez confiados, así como su reino, a sus ministros, él, por su parte, resolvió hacer descender a la Gańgā, y para ello emprendió un largo tapás sobre el Gojarna, ¡oh alegría de Raghú! De pie, los brazos levantados, en medio de cinco fuegos, no comiendo sino una vez al mes, los sentidos domados, así, en estas rudas austeridades, dejó transcurrir mil años. Tal hizo el magnánimo rey, ¡oh poderoso héroe!
“Lleno de satisfacción, el Bienaventurado Brahmā, el Amo de las criaturas, el Señor, el Abuelo, acompañado de tropas de suras, fue junto al magnánimo Bhagiratha cuando estaba en plena mortificación y le dijo: “¡Oh Bhagiratha, gran rey, jefe de hombre!, satisfecho estoy de tu excelente tapás. Escoge un favor, ¡oh tú fiel a tus compromisos!” El ilustre Bhagiratha, el de los poderosos brazos, de pie, haciendo el anjalí con el hueco de la mano, respondió al Abuelo de todos los mundos: “Si en verdad, ¡oh Bienaventurado!, estás contento de mí, si mi ascetismo es digno de recompensa, que me sea permitido cumplir en lo que afecta a todos los hijos de Sagara, la ceremonia del agua lustral. Que las cenizas de aquellos héroes magnánimos, purificadas en las aguas del Gańgā, puedan mis tíos abuelos ir, para siempre ya, al Cielo, ¡oh Dios!, asimismo te pido descendencia para que nuestra raza no se extinga. He aquí, ¡oh Dios!, lo que deseo más para la posteridad de Ikshvakú.”
“A estas palabras del rey, el Abuelo de todos los mundos, respondió con voz dulce y armoniosa, en términos llenos de suavidad: “Que este ardiente deseo, ¡oh Bhagiratha!, héroe del gran carro, sea cumplido. Y sé feliz, ¡oh tú, que eres la fuerza de la raza de Ikshvakú! La Gańgā, esta hija de Himavat, ¡oh monarca!, Hara le traerá aquí y soportará su caída. Porque la Tierra incapaz sería de soportarla y no veo quién podría hacerlo, ¡oh príncipe!, si no es el dios que tiene un venablo como arma.”
“Tras haber respondido de este modo al rey y haberle hablado de la Gańgā, el Autor de los mundos se volvió al tercer Cielo con todos los Dioses y las tropas de Maruts.”
SARGA XLIII
La Gańgā desciende a la Tierra
“Habiendo partido el Dios de los Dioses, Bhagiratha, ¡oh Rāma!, permaneció, durante una año, no tocando la tierra sino con el dedo gordo del pie. El año acabado, aquel a quien todos los mundos reverencian, el esposo de Umā, el Amo de los rebaños, dijo al rey: “Estoy contento de ti, ¡oh príncipe de los hombres!, y voy a hacer lo que te es agradable: traer sobre mi cabeza a la hija del rey de las montañas.” Entonces, la hija mayor de Himavat, la que todos los mundos veneran, tomando una forma inmensa y con impulso irresistible, cayó del cielo, ¡oh Rāma!, sobre la cabeza del afortunado Śiva. Por supuesto, pensaba la diosa Gańgā, cuyo impulso no pueden sostener los más vigorosos: “Me hundiré en el Patalá y arrastraré a Śiva en mi corriente.” Este pensamiento arrogante indignó al felicísimo y poderoso Hara. El dios de la triple cara resolvió hacer desaparecer a la Gangá. Este río sagrado cayó sobre la cabeza de Rudra. Sobre aquella cabeza, semejante al Himavat, ¡oh Rāma!, en lo más espeso de las trenzas de sus cabellos. Allí, pese a sus esfuerzos (el río), sintióse impotente para llegar hasta la Tierra. Imposible le era hallar una salida por entre aquellas trenzas, a través de las cuales vagó durante gran número de años.
“Bhagiratha, testigo de sus apuros, emprendió de nuevo un tapás extremadamente riguroso. Hara mostróse sumamente satisfecho de él, ¡oh vástago de Raghú!, y sólo entonces derramó la Gańgā en la Bindusaras. Vertida de este modo, dio lugar a siete corrientes: la Hradiní, la Pavaní y la Naliní, estas tres ramas de la Gańgā, de ondas afortunadas y brillantes, tomaron la dirección del este. La Sucakshús, la Sitá, el gran río de Sindhá, estas otras tres corrientes hicieron correr hacia el Oeste sus hermosas aguas. La séptima corriente acompañó el carro de Bhagiratha, el real rṣi, que, de pie sobre su divino vehículo, iba a la cabeza lleno de gloria. La Gańgā le seguía. La Gańgā que, recibida del cielo sobre la cabeza de Samkara, había descendido a la Tierra. Su agua empezó a correr en medio de penetrantes gritos. Tropas de pescados y de tortugas, jaurías de sisumaras cayendo y caídos del cielo vinieron a enriquecer la Tierra. Entonces devas, rṣis, gandharvas, yaksas y siddhas, en gran multitud, se dieron cuenta de que la Gańgā, del cielo bajaba a la Tierra. Montados en carros semejantes a ciudades, sobre caballos, sobre elefantes escogidos y sobre navíos, las Divinidades acudieron a contemplar aquella maravillosa y afortunada bajada de la Gańgā a este Mundo. Los resplandecientes Dioses llegaron en tropel, numerosísimos. Y mientras los ejércitos de dioses bajaban de este modo, adornados con sus espléndidas insignias, la atmósfera, limpia de nubes, brilló como alumbrada por cien soles. Las bandadas de sisumaras y de serpientes, los ágiles pescados, hicieron centellear el firmamento cual otros tantos relámpagos brotando por todas partes. Lívidas corrientes desbordando de mil sitios a la vez, llenaban, semejantes a las nubes de otoño, el espacio poblado de hamsas. El agua se precipitaba, ora describiendo meandros, ora deslizándose en línea recta. Aquí, profunda, allí escandalosa, relentecía su curso. A veces sus ondas se entrechocaban. El río, tras numerosos circuitos aéreos, volvía a caer sobre la Tierra; deslizábase sobre la cabeza de Samkara y se derramaba sobre el suelo. La onda centelleante, sin mancha, borraba toda impureza. Las tropas de los rṣis, los gandharvas, que habitaban las regiones subterráneas, decían: “El agua que chorrea del cuerpo de Bhava es santa”, y regábanse con ella. Los que a causa de una maldición habían caído del Cielo a la Tierra, una vez hechas sus abluciones en tal agua, libres de todo pecado, limpios de sus faltas, tornábanse puros. Y elevándose de nuevo hasta el Cielo, volvían a ganar sus mundos.
“Viendo aquella agua cristalina, los pueblos se regocijaban en extremo. Y lavándose en ella, limpios quedaban de sus manchas.
“Entretanto, Bhagiratha, el real rṣi, montado en su divino carro iba a la cabeza. La Gańgā seguía detrás de él. Todos los devas, con los tropeles de rṣis, los daityas, los danavas, los rākṣasas, la flor de los gandharvas y los rakshas, así como los kinnaras y los moharagas, los serpientes y las apsaras, ¡oh Rāma!, escoltando al carro de Bhagiratha, acompañaban a la Gańgā feliz, lo mismo que todos los animales acuáticos. Allí donde iba el rey Bhagiratha, allí iba la venerable Gańgā, el más excelente de los ríos, el que borra todos los pecados.
“Jahnú, el del maravilloso karmán, procedía entonces a un sacrificio. La Gańgā inundó el terreno en que sacrificaba el príncipe magnánimo. Viendo aquella insolencia, Jahnú, irritado, ¡oh Raghava!, bebió, ¡prodigio asombroso!, toda el agua del río. Entonces los devas, así como los gandharvas y los rṣis, llenos de estupor, celebraron al magnánimo Jahnú, el mejor de los hombres. Inclináronse también ante la Gańgā, vuelta de aquel modo hija del héroe magnánimo. El príncipe ilustre, satisfecho, hizo salir el río por sus dos orejas. He aquí cómo llegó a ser hija de Jahnú y por ello llamada también Jahnaví.
“Luego, de nuevo la Gańgā corrió detrás del carro de Bhagiratha. Llegaba cerca de Sagara, el mejor de los ríos bajó al Rasatala en cumplimiento de su misión. Bhagiratha, entonces, el real rṣi, cogiendo la Gańgā gracias a un poderoso esfuerzo (y levantándola), advirtió, turbado el espíritu a causa del dolor, a sus tíos abuelos paternos reducidos a cenizas. La Gańgā hizo correr sobre aquel montón de cenizas su agua excelente, y los Sagaras, purificados de sus pecados, obtuvieron el Cielo, ¡oh excelente hijo de Raghú!”
SARGA XLIV
LIBERACIÓN DE LOS SAGARAS
“Llegado cerca de Sagara, el rey siempre seguido de la Gańgā, penetró en la región subterránea donde sus tíos abuelos habían sido reducidos a cenizas. Esta ceniza, habiendo sido lavada, ¡oh Rāma!, por el agua del río, el Señor de todos los mundos, Brahmā, dijo al rey: “Salvados están, ¡oh tigre de los hombres!, y en el Cielo se hallan con los dioses los setenta mil hijos del magnánimo Sagara. Mientras el agua del Gańgā subsista en el Mundo, ¡oh príncipe!, todos los hijos de Sagara permanecerán en el Cielo con las divinidades. Esta Gańgā llegará a ser tu hija mayor; con el nombre que tomará de ti, será célebre en todo el Mundo. La Gańgā, de triple corriente, será llamada la divina Bhagirathí. Y por haber dado nacimiento a tres corrientes será denominada también Tripathagá. En lo que a tus tíos abuelos afecta, procede, ¡oh jefe de los hombre!, a la ceremonia del agua lustral, con lo que tu misión quedará cumplida.
“”En un principio, Sagara, ¡oh príncipe!, bien que lleno de gloria y el mejor de los hombres en cuanto a sus deberes, no pudo conseguir el fin deseado. Luego fue Amsumat, ¡oh hijo mío!, el que en el Mundo, gozando de un renombre sin igual, insistió con objeto de hacer bajar a la Gańgā, sin conseguir tampoco su propósito. Tampoco, hijo mío, el rṣi de los reyes, dotado de cualidades y de un brillo semejante al de los grandes rṣis, de un tapás igual al mío y afianzado en el deber propio de los kṣatriyas, Dilipa, ¡oh afortunado príncipe!, tu muy ilustre padre, ¡oh héroe irreprochable!, tuvo poder para hacer descender a la Gańgā, a pesar de sus rezos. Este propósito tú le has realizado, ¡oh toro de los hombre!, con lo que has conquistado en el Mundo gloria inmensa que todos proclaman. Esta bajada de la Gańgā tú la has cumplido, ¡oh tú, que triunfas de tus enemigos!; mediante esta hazaña has alcanzado la mansión suprema del Dharma. Zambúllete tú también, ¡oh el mejor de los hombres!, en esta agua perfectamente bienhechora. Sé puro y sano en tus obras, ¡oh excelente héroe! Cumple, respecto a tus grandes tíos, la ceremonia del agua lustral. Adión, me vuelvo a mi mansión. Tú vuelve a tu cada, ¡oh príncipe!”
“Tras haber hablado de este modo, el Amo de los Dioses, el Abuelo de todos los Mundos, el de la inmensa gloria, se fue al mundo de los dioses, cual había venido, Bhagiratha, el glorioso rṣi de los reyes, cumplió con los hijos de Sagara la ceremonia del agua santa siguiendo el orden de los ritos. Luego, habiendo hecho sus abluciones, el rey, puro de todo pecado, volvióse a su ciudad, ya alcanzado lo que se había propuesto, ¡oh el mejor de los hombres!, y volvió a tomar el gobierno de su Imperio. El pueblo se regocijó con su presencia, ¡oh Raghava! Su pena se disipó; sus votos habían sido colmados y su febril inquietud había desaparecido. Tal es, ¡oh Rāma!, la historia detallada de la Gańgā. Adiós y sé feliz. La hora del crepúsculo ha pasado ya. Esta historia santificante, que procura gloria, larga vida, progenie y salud a quien la recita entre los brahmanes, entre los kṣatriyas o en cualquier parte, regocija a los pitris y a los dioses. Esta historia saludable de la célebre bajada de la Gańgā, ¡oh Kakutstha!, aquel que la escucha ve todos sus deseos colmados, borrados todos sus pecados, aumentada su gloria y prolongada su vida.”
SARGA XLV
EL BATIMIENTO DEL MAR DE LECHE (182)
Habiendo oído a Viśvāmitra, Raghava, al que Lakṣmaṇa acompañaba, estaba encantado. De tal modo que dijo a Viśvāmitra: “Es absolutamente maravilloso, ¡oh brāhmaṇa!, tu excelente relato de la saludable bajada de la Gańgā y de la liberación de los Sagaras. Para nosotros apenas ha durado un instante esta noche, ¡oh tú, azote de tus adversarios!; de tal modo estábamos absorbidos con tu narración. Esta noche estrellada ha transcurrido toda entera para mí y para el hijo de Sumitrá en la admiración, ¡oh Viśvāmitra!, de tu maravilloso relato.” Habiendo aparecido la aurora inmaculada, Raghava, el vencedor de sus enemigos, una vez sus deberes del día cumplidos, dijo a Viśvāmitra, aquel tesoro de ascetismo: “La noche ha transcurrido llena de encanto escuchando tu maravillosa historia. Atravesemos el santo río Tripathaga, excelente entre todos. He aquí un navío perfectamente equipado que rṣis virtuosos, al saber tu llegada, te han enviado a toda prisa.”
Oyendo estas palabras del magnánimo Raghava, el descendiente de Kusika, atravesó el río con su tropa de rṣis. Desembarcados en la orilla septentrional, dirigieron sus homenajes a todos los ascetas que había allí. Y llegados al borde de la Gańgā, advirtieron la ciudad de Visalá. El excelente muni, acompañado de Raghava, dirigióse sin tardar hacia Visalá, ciudad encantadora, divina, semejante al paraíso. Rāma, con su gran sabiduría, interrogó a Viśvāmitra, el ilustre asceta, tras haber saludado con el anjalí a Visalá, la ciudad excelente. “¿Cuál es la familia real que habita Visalá, ¡oh gran Muni!? Desearía saberlo. Felicidad a ti, pero ello me interesa vivamente.”
Interrogado de este modo por Rāma, el toro de los ascetas se puso a referir la antigua historia de Visalá. “Escucha, ¡oh Rāma!, lo que se ha oído contar a Sakra. Sabe exactamente lo que ha pasado en este país, ¡oh Raghava! En otro tiempo, durante el Kritayuga, los poderosos hijos de Diti y de Aditi vivían como héroes afortunados, valerosos y llenos de virtud. Pero un pensamiento se les ocurrió a estos héroes magnánimos: ¿Cómo podríamos llegar a ser inmortales, exentos de vejez y de enfermedades? Mientras reflexionaban sobre ello una idea se les ofreció a aquellos sabios: Batiendo el mar de leche obtendríamos el rasa. Y resolvieron tal batimiento.
“Entonces se hicieron una cuerda con Yasuki, tomaron como pisón (apoyo) el Mandara y empezaron a batir sin medida, llenos de vigor. Al cabo de mil años, la boca de la serpiente que servía de cuerda se puso a vomitar un veneno muy activo y a estropear con sus dientes las rocas. Entonces cayó, semejante a Agni, el terrible veneno llamado halahala, que empezó a consumir al Universo entero con los devas, los asuras y los hombres.
Los devas, tratando de encontrar asilo junto al gran dios Samkara, fueron a su encuentro, él, el amo de los rebaños, Rudra. “¡Socorro! ¡Socorro!” exclamaron con tono suplicante. De este modo, pensaban los dioses, nos escuchará el Señor supremo de todos nosotros, el Amo. Entonces llegó Hari, trayendo la caracola y el disco. Hari se dirigió sonriendo a Rudra, que llevaba su venablo: “Lo que ha producido, ante todo, el batimiento de los daivatas, te pertenece, ¡oh el mejor de los suras!, puesto que eres el jefe de los dioses. Asegúrate, pues, el primer homenaje tomándote el veneno, ¡oh Señor!” Esto dicho, el mejor de los suras desapareció.
“Viendo a las divinidades espantadas y luego de haber oído las palabras del dios armado de Sarnga, el jefe de los devas, el bienaventurado Hari bebió el halahala, veneno terribilísimo que se asemejaba al amrta. Tras librar de él a los dioses, se marchó. Entonces los devas y los asuras pusiéronse de nuevo a batir, ¡oh descendiente de Raghú! Pero el elevado monte que servía de pisón se hundió, cayendo en el Patalá. Entonces los devas y los gandharvas conjuraron al matador de Madhú: “Tú que eres la vida de todos los seres, especialmente de los habitantes del Cielo, socórrenos, ¡oh tú, que eres poderoso!; levanta la montaña.”
“Al oír estas palabras, Hrishikesa, tomando la forma de una tortuga, colocó la montaña sobre su espalda y se acostó en el agua, él, Hari. Luego, el Alma de los mundos, Kesava, cogiendo con su mano la cima del monte, él, el Supremo Purusa, se colocó en medio de los dioses y batió el mar de leche.
“Al cabo de mil años, un hombre, el autor del Ayurveda, apareció. Su alma era muy virtuosa; en las manos tenía un bastón y un vaso lleno de ambrosía; su nombre era Dhanvantari. Luego las encantadoras apsaras, flor de las mujeres, salieron también del licor producido por el batido de las aguas. Tal es, ¡oh el primero de los hombres!, el origen de las apsaras. Sesenta kotis hubo de estas bellas apsaras; sus servidoras, ¡oh Kakutstha!, son innumerables. Como son incapaces de pertenecer en propiedad a ningún deva o danava, llámaselas por ello Sadharanas. Luego la hija de Varuna, Varuní, ¡oh alegría de Raghú!, salió del batimiento. Opulenta, púsose al punto en busca de su esposo. Los hijos de Diti, ¡oh Rāma!, no poseyeron a esta hija de Varuna; pero, ¡oh héroe!, fueron los hijos de Aditi a los que ha pertenecido esta mujer irreprochable. A causa de ello es por lo que los hijos de Diti se llamaron asuras y los hijos de Aditi, suras. La posesión de Varuní llenó de alegría y de felicidad a los suras. Uccaihsravas, el mejor de los caballos, y la joya Kostubha, al punto salieron también, ¡oh jefe de los hombres!, así como el delicioso amrta. La creación de éste, ¡oh Rāma!, causó la ruina de toda una raza al poner enfrenter a los hijos de Aditi y a los de Diti. Los asuras se asociaron a los rākṣasas. Entonces estalló una guerra formidable que sembró el espanto entre los héroes de los tres mundos. Cuando la exterminación fue total, Viṣṇu, dotado de un gran poder, se apoderó rápido del amrta valiéndose de su turbadora Māyā. Los combatientes que fueron al encuentro de Viṣṇu, el invencible, el supremo Purusa, sucumbieron en la lucha bajo el todo poder del dios. Los valerosos hijos de Aditi destrozaron a los hijos de Diti en aquella terrible batalla entre las dos razas dititeya y aditya. Tras la destrucción de los hijos de Diti, Puramdara se apoderó de la soberanía, y gobernó, en el seno de la justicia, los mundos, con las cuadrillas de rṣis y de chantres celestiales.”
SARGA XLVI
DITI SE DA AL ASCETISMO
“Muertos sus hijos, Diti, sumida en el más profundo dolor, dijo al hijo de Marici, a Kasyapa, su esposo: “Mis hijos, ¡oh bienaventurado!, han sido muertos por tus magnánimos hijos (183). Yo quiero obtener, mediante un largo tapás, un hijo que sea el matador de Sakra. Yo cumpliré este tapás, pero dame un hijo, concédeme un hijo poderoso que dé muerte a Sakra.”
“Oyendo estas palabras, el hijo de Marici, Kasyapa, el del gran renombre, dijo a Diti, a la que el dolor consumía: “Que sea así, y sé dichosa; purifícate, ¡oh tesoro de ascetismo! Tú tendrás un hijo que matará a Sakra en campo de lucha. Al cabo de mil años, si te conservas pura, un hijo, destructor de los tres mundos, nacerá de ti.” Esto dicho, el poderoso asceta la purificó tocándola con su mano. Habiéndola tocado así, dijo: “Adiós, y partió a practicar el ascetismo.
“Una vez que estuvo lejos, ¡oh el mejor de los hombres!, Diti, en el colmo de la alegría, se estableció en los bordes del estanque de Kusa, donde se entregó al Tapás más riguroso. Mientras practicaba de aquel modo el ascetismo, ¡oh el mejor de los hombres!, el dios de los mil ojos se puso a su servicio con extremada diligencia. El fuego, los tallos de kusa, la madera, el agua, los frutos, las raíces, todo el dios de los mil ojos se lo procuraba, así como cuantas cosas ella deseaba. Cuando se trataba de devolver a sus miembros su agilidad, de hacer desaparecer su fatiga, Sakra, en todo momento, estaba a la disposición de Diti.
“Cuando lo menos mil años fueron transcurridos, ¡oh alegría de Raghú!, Diti, en el colmo de la alegría, dijo al dios que tiene mil ojos: “Para que mi tapás haya acabado, ¡oh tú el mejor de los héroes!, faltan diez años; sé feliz; entonces verás un hermano. El hijo que en tu interés anhelo, lo tendré. Será deseoso de vencer, conquistará los tres mundos, ¡oh hijo mío!, y con él vivirás sin inquietud. A ruego míos, ¡oh el mejor de los suras!, tu magnánimo padre me ha prometido concederme al cabo de mil años el don de un hijo.”
“Habiendo hablado así, Diti, cuando el Sol llegó a la mitad de su curso, fue cogida por el sueño, y la diosa durmióse con los pies en la cabeza. Cuando él vio esta impureza, los cabellos que tocaban los pies, los pies ocupando el lugar de la cabeza, Sakra echóse a reír muy contento. Puramdara penetró en el cuerpo de Diti y hendió el embrión en siete pedazos, ¡oh Rāma!, gracias a su poder infinito. El embrión así hendido por el trueno de los cien nudos lanzó horribles clamores, ¡oh Rāma! Y Diti se despertó: “¡No grites, no grites!”, dijo Sakra al embrión, mientras el poderoso Vasava le hendía de nuevo mientras se lamentaba.
“¡No le mates, no le mates!”, exclamó Diti. Entonces Sakra salió de su cuerpo, en atención a las palabras de su madre. Haciendo el anjalí, armado de su trueno, Sakra dijo a Diti. “Te has dormido en una posición impura, ¡oh diosa!; tús cabellos tocaban tus pies. Aprovechando esta brecha en tu ascetismo, el que debía matarme a mí, Sakra, en el campo de lucha, yo le he hendido en siete. ¡Oh diosa!, perdóname.”
SARGA XLVII
ORIGEN DE LOS MARUTS (184)
“Habiendo sido hendido en siete su embrión, Diti, sumida en el dolor, dijo al irresistible dios de los mil ojos, con voz afectuosa: “Es a causa de una falta mía por lo que este embrión ha sido hendido en siete pedazos, y no por la tuya, ¡oh jefe de los Dioses!, matador de Bala. Yo deseo que aproveches la desgracia de mi embrión. Que los siete fragmentos lleguen a ser los guardianes de las regiones de los siete vientos. Que los siete recorran, en el cielo, las regiones de los vientos, ¡oh hijo querido! El nombre de mis hijos, de hermosura divina, será el de Maruts. Uno recorrerá el Brahmaloka, otro el Indraloka. El Divyavayu, así será llamado el tercero, de gran gloria. Los cuatro últimos, ¡oh jefes de los suras!, recorreran las regiones que a ti te plazcan. Felicidad a ti, serán conocidos con el nombre de los Maruts.”
“Al oír estas palabras, Puramdara, el dios de los mil ojos, respondió en estos términos, haciendo el anjalí, él, el matador de Bala: “Todo cuanto acabas de decir se cumplirá, no lo dudes. Del modo que tú dices, circularán, sé dichosa, tus hijos, hermosos como dioses.” La madre y el hijo, tras haber tomado esta resolución en la ermita silvestre se fueron al tercer cielo, ¡oh Rāma!, una vez su misión cumplida. He aquí lo que se cuenta. Es allí, en esta ermita, ¡oh Kakutstha!, donde en otro tiempo moró el gran Indra, cuando rodeó de ciudados a Diti santificada por el ascetismo.
“En cuanto al muy virtuoso hijo de Iksvaku, ¡oh tigre de hombres!, nacido de Alambushá, conocido es con el nombre de Visala. Por él fue fundada aquí, en este lugar, la ciudad de Visala. El hijo de Visala, ¡oh Rāma!, fue el poderoso Hemacandra. Sucandra, tal fue el nombre del hijo y sucesor inmediato de Hemacandra. El hijo de Sucandra, ¡oh Rāma!, es conocido con el nombre de Dhumrasva. El hijo de Dhumrasva fue el venerable Sahadeva, lleno de Majestad. Kusasva fue el muy virtuoso hijo de Sahadeva. Kusasva tuvo por hijo al ilustre y majestuoso Somadatta. El hijo de Somadatta es conocido con el nombre de Kakutstha. El hijo de éste habita ahora esta ciudad, lleno de gloria, es el muy ilustre, el invencible Sumati.
“Gracias a Iksvaku, todos los habitantes de Visala viven mucho tiempo, y son magnánimos, poderosos y muy virtuosos.
“Aquí dormiremos apaciblemente esta noche. Mañana, al alba, ¡oh el mejor de los hombres!, podrás ver a Janaka.”
No obstante, el ilustre Sumati, al saber la llegada de Viśvāmitra, vino a su encuentro. Él, el mejor de los hombres escogidos, el de la extendida fama. Y en unión de sus maestros espirituales y de sus parientes le rindió los mayores honores. Tras haber hecho el anjalí y haber preguntado por su salud a Viśvāmitra, le dijo: “Feliz soy y favorecido entre todos, ¡oh Muni!, puesto que estás aquí, en mis dominios y ante mis ojos: tu dicha no es tan grande como la mía.”
SARGA XLVIII
INDRA MALDITO POR GAUTAMA
Una vez que se hubieron informado sobre su prosperidad, preguntándose el uno al otro, las cortesías acabadas, Sumati habló en estos términos al gran asceta: “Estos dos jóvenes, felicidad a ti, cuyo valor iguala al de los dioses, héroes cuya presencia es la del elefante y del león, que se asemejan a un tigre y a un toro, cuyos ojos son anchos como la hoja del loto, que están armados de espada, aljaba y arco, que son como los dos Asvins, con su floreciente juventud, semejantes a dos Inmortales, por fortuna descendidos del Cielo a la Tierra, ¿cómo han venido a pie hasta aquí, con qué objeto y de quién, ¡oh asceta!, son hijos? El adorno de este país, son, como la Luna y el Sol el del firmamento. Uno y otro se parecen en la estatura, en la fisonomía y en el continente. ¿Con qué propósito habéis realizado este trabajoso viaje, ¡oh los mejores de los hombres!, héroes tan excelentemente armados? Deseo saber la verdad.”
A estas preguntas, Viśvāmitra respondió haciéndole saber lo que había pasado. Las palabras de Viśvāmitra maravillaron al rey. Luego honró, según los ritos, a sus tres dignos huéspedes; los dos hijos de Dasaratha, héroes poderosos en verdad eran también merecedores de ello. Así, tratados magníficamente por Sumati, los dos Raghavas pasaron allí una noche. Luego fueron a Mithilá.
Al advertir la ciudad espléndida de Janaka, todos los ascetas exclamaron exaltando y celebrando a Mithilá: “¡Maravilla, maravilla!” En un bosque vecino a Mithilá, Raghava descubrió una ermita antigua, desierta, encantadora. Interrogó al toro de los munis: “¿Por qué no se ven asceta en esta especie de monasterio? Deseo saberlo, ¡oh Bienaventurado!, y quién habitó en tiempos esta ermita.”
A esta pregunta propuesta por Raghava, el elocuente Viśvāmitra, célebre y gran muni, respondió: “En verdad, te lo voy a contar. Sabe, ¡oh Raghava!, por qué asceta de gran alma esta soledad fue habitada y maldita: Fue el magnánimo Gautama, ¡oh el mejor de los hombres!, a quien en tiempos perteneció esta ermita, semejante a una ermita divina, y a la que los mismos suras veneraban. En ella, hace mucho, vivió el asceta con Ahalyá, durante un número considerable de años, el ilustre Gautama, ¡oh príncipe! Un día, sabiendo que estaba ausente, el dios de los mil ojos, el esposo de Saci, tomando el traje y aspecto del asceta, dijo a Ahalyá: “La época legal la esperan aquellos que no están dominados por la pasión, ¡oh mujer profundamente recogida!; pero yo quiero unirme contigo, ¡oh mujer del lindo talle!”
“Aunque reconociendo, pese al disfraz de asceta, al dios de los mil ojos, ¡oh vástago de Raghú!, la insensata se rindió al deseo del rey de los Dioses. Luego dijo al jefe de los suras, con alma bien satisfecha: “Tu propósito se ha cumplido, ¡oh jefe de los suras!; vete rápido de aquí, Señor. Y defiende tu persona y la mía, ¡oh jefe de los Dioses!, de Gautama.”
“Indra dijo a Ahalyá sonriendo: “¡Oh hermosa mujer!, feliz soy y ya me voy.” Y tras haberse unido con ella, salió de la cabaña hecha con follaje. Y se apresuraba lleno de miedo, ¡oh Rāma!, porque temía a Gautama, cuando en aquel momento advirtió al gran muni que volvía.
“Gautama, invencible para los devas y los danavas, tal era de poderoso su ascetismo, volvía purificado por las aguas del vado sagrado, resplandeciente como Anala. Traía samidhs y de la hierba kusa. Al ver al toro de los Munis, el jefe de los suras, espantado, perdió la serenidad. Por su parte, el virtuoso solitario, al reconocer bajo su traje de asceta al dios de los mil ojos, encolerizado dijo al culpable: “¡Has tomado mi forma para llevar a cabo, oh perverso, lo que te estaba prohibido! Pues bien, a causa de ello ¡ya no podrás tener más hijos!”
“Apenas el magnánimo Gautama hubo hablado así lleno de indignación, las partes genitales del dios de los mil ojos cayeron al suelo. Tras haber maldecido a Sakra, maldijo a su esposa: “En cuanto a ti, ¡aquí permanecerás durante millares de años alimentándote de aire, sin otro sustento, macerándote, durmiendo sobre la ceniza, invisible a todos los seres! ¡Tal será tu existencia en esta ermita! No volverás a ser pura hasta que Rāma el invencible hijo de Dasaratha, entre en este bosque temible. Dándole hospitalidad, ¡oh perversa!, dejarás de estar extraviada por la pasión; y cerca de mí, alegre volverás a encontrar tu cuerpo.”
“Dichas estas palabras, el ilustre Gautama se alejó de la culpable y de esta ermita, retirándose a una de las cimas del Himavat, frecuentada por sidas y caranas, lugar lleno de encantos, donde el gran solitario practica el ascetismo.”
SARGA XLIX
INDRA Y AHALYÁ VUELVEN A SU PRIMER ESTADO
“Despojado de su virilidad, Sakra, con los ojos llenos de espanto, dijo a los dioses, a cuya cabeza estaba Agni, así como a los siddhas, a los gandharvas y a los caranas: “He interrumpido el tapás del magnánimo Gautama, y he incurrido en su cólera mediante esta empresa útil a los suras (185). Lleno de furor me ha privado de mis órganos sexuales y ha repudiado a su mujer. Como atrayéndome esta gran maldición, he destruido su tapás, vosotros, excelentes suras, así como vosotros, tropas de rṣis y de caranas, puesto que he obrado por vuestro bien, devolvedme lo que me falta.”
“Oyendo estas palabras del dios de los cien sacrificios, los dioses, precedidos por Agni, fueron todos con las tropas de los maruts junto a los divinos pitris y les dijeron: “He aquí un carnero que tiene sus partes genitales. Sakra no tiene las suyas. Tomad las del carnero y dádselas rápidamente a Sakra. Privado de sus partes genitales, el borrego os causará un gran beneficio. Pues a los hombres que deseando seros agradables os ofrezcan en adelante borregos castrados les concederéis una fecundidad eterna y prodigiosa.”
“Oyendo este lenguaje de Agni, los divinos pitris, reuniéndose, quitaron al carnero sus partes genitales y se las dieron al dios de los mil ojos. A partir de entonces, ¡oh Kakutstha!, los divinos pitris se reúnen para alimentarse de borregos castrados, a causa de haber adaptado a Indra las partes genitales de un carnero. Así como Indra, desde entonces, tiene las partes genitales de un carnero. ¡Tal era el poder del tapás de Gautama, el magnánimo!
“Entra, pues, ¡oh poderoso héroe!, en la ermita de este santo anacoreta y libera a la afortunada Ahalyá, bella como una diosa.”
Habiendo hablado así Viśvāmitra, Raghava, al que Lakṣmaṇa escoltaba, saludó al asceta y penetró en la ermita. Allí vio a la afortunada Ahalyá, a la que el tapás volvía deslumbradora, pero a la que los mundos reunidos no podían ver, así como tampoco los suras ni los asuras.
Como una celeste e ilusoria imagen, formada con cuidado por el Ordenador de los mundos; como la llama de un brasero velado por el humo; como el resplandor de la Luna, en un cielo preñado de nieves, en medio de nubes; como, reflejado en el agua, el esplendor cegador del Sol, así Ahalyá, a causa de la maldición de Gautama permaneció oculta a los tres mundos hasta la llegada de Rāma. Sólo entonces su maldición tuvo fin y pudo ser visible para todos.
Los dos Raghavas entonces cogieron sus pies con alegría, y ella, acordándose de las palabras de Gautama, les hizo la mejor acogida. Dióles agua para que se lavasen los pies e hizo cuanto pudo para practicar debidamente la hospitalidad. Kakutstha recibió sus homenajes conforme a los ritos. En aquel momento cayó una gran lluvia de flores al ruido de gongos divinos. Los gandharvas y las apsaras celebraron grandes fiestas.
“¡Maravilla, maravilla!”, exclamaron los dioses celebrando alabanzas en honor de Ahalyá, a la que el poder de su tapás había purificado, y que volvía a ser la esposa fiel de Gautama.
Gautama, el del gran renombre, acompañado de Ahalyá y ya feliz, colmó a Rāma de honores y, aunque ya rico en ascetismo, practicó de nuevo el tapás, según la ley.
Rāma, así cargado de homenajes, como convenía, por el gran muni Gautama, fue entonces a Mithilá.
SARGA L
Llegada de Sri Rāma a la corte de Janaka
Rāma, acompañado de Somitri, se dirigió hacia el noroeste, en seguimiento de Viśvāmitra, y llegó al lugar del sacrificio. Rāma, al que Lakṣmaṇa acompañaba, dijo al tigre de los ascetas: “Maravillosa es la amplitud del sacrificio de Janaka, el magnánimo. Se ven aquí numerosos millares de brahmanes de diversas comarcas, ¡oh afortunado muni, versado en la creencia de los Vedas! Lugares hay ocupados por los rṣis y llenos de carros a cientos. Escojamos un sitio, ¡oh brāhmaṇa!, donde poder instalarnos nosotros mismos.”
A estas palabras de Rāma, Viśvāmitra, el gran muni, divisó un terreno aislado, provisto de agua. Al saber la llegada de Viśvāmitra, el mejor de los reyes, héroe irreprochable, haciéndose preceder por Satananda, su capellán, y por magnánimos ritvijs, provisto del Arghya, vino al punto a su encuentro en humilde actitud, y le rindió los honores debidos a su calidad.
Viśvāmitra, habiendo recibido los homenajes de Janaka el magnánimo, preguntó al rey sobre su prosperidad y sobre la integridad del sacrificio. Luego saludó también a los munis que llegaban acompañados de los gurús y del capellán. Tras este cambio cordial de cortesías de uso entre todos los rṣis, el rey haciendo el anjalí, dijo al mejor de los ascetas: “Siéntate con todos esos toros de los munis.” A esta invitación de Janaka, el gran solitario se sentó. Luego el capellán, los ritvijs, el rey con sus consejeros sentáronse alrededor, cada uno según su categoría.
El monarca dijo a Viśvāmitra, contemplándole: “Hoy las divinidades me han concedido el cumplir un grande y fructífero sacrificio. Hoy también he obtenido el precio de mi sacrificio. ¡oh Bienaventurado!, puesto que te veo. Heme aquí rico, heme aquí objeto de un gran favor, ¡oh toro de los ascetas!, ya que tú tomas parte en mi sacrificio, ¡oh brāhmaṇa!, con los ascetas que te acompañan. La ceremonia debe durar doce días, ¡oh brahmarsi!, según dicen los sabios. Entonces verás venir a los dioses a reclamar lo que les corresponde, ¡oh hijo de Kusika!”
Así habló al tigre de los ascetas, lleno de gozo. Luego, haciendo de nuevo el anjalí, el rey le preguntó inclinándose: “Estos dos jóvenes, felicidad a ti, cuyo valor iguala al de los devas, cuya prestancia es semejante a la del elefante, héroes parecidos a un tigre y a un toro, que son como los Asvins por su juventud y su hermosura, Inmortales descendidos por casualidad desde la morada de los Dioses a la Tierra, ¿cómo han venido, a pies, hasta aquí? ¿Con qué propósito? ¿De quién son hijos, ¡oh asceta!, estos dos guerreros tan excelentemente armados? ¿De quién, ¡oh gran muni!, son hijos? El ornato de este país son, como la Luna y el Sol el del firmamento. Semejantes e uno al otro en talla, fisonomía y actitud, con los mechones de cabello cayéndoles por las sienes, cual alas de cuervo, yo deseo saber la verdad sobre estos dos héroes.
Interrogado así por el magnánimo Janaka, el asceta inconmensurable le dijo cuanto había a propósito de los dos hijos de Dasaratha: su permanecia en la ermita de Siddha, la exterminación de los rākṣasas, su llegada tranquila a la vista de Visalá, el encuentro con Ahalyá, la entrevista con Gautama y, como propósito de su viaje, su deseo de ver el gran arco. Todo esto, el ilustre, el gran muni Viśvāmitra, habiéndoselo referido al magnánimo Janaka, calló.
SARGA LI
Historia de Viśvāmitra
Oyendo estas palabrasd del sabio Viśvāmitra, trémulo todo él de gozo, el célebre Satananda, el del gran tapás, hijo mayor de Gautama, al que su ascetismo había hecho ilustre, sintió la más viva admiración al ver a Rāma. Contemplando a aquellos dos príncipes, sentados en sitios de honor, Satananda dijo al excelente asceta Viśvāmitra: “¿Eres tú, ¡oh tigre de los munis!, quien ha hecho ver al príncipe a mi madre venerable, ejercitada por un largo tapás? ¿Y es él Rāma, ¡oh ilustre asceta!, al que mi venerada madre ha colmado de honores silvestre, el que merece el homenaje de todos los seres? ¿Es éste el Rāma a quien tú instruiste de cuanto aconteció en tiempo de mi madre, ¡oh ilustre asceta!, cuando el dios se acercó a ella criminalmente? ¿Es él asimismo, ¡oh Kusikta!, felicidad a ti, por quien mi madre ha podido reunirse con mi venerado padre, ¡oh el mejor de los munis!, gracias a haber visto a Rāma? ¿Es él ese Rāma a quien mi venerable padre ha colmado de honores, ¡oh hijo de Kausika!, y que ha llegado aquí lleno de gloria, tras haber recibido los homenajes del magnánimo Gautama? ¿Ha sido, pues, de este modo como tranquilizada el alma de mi padre venerable, ¡oh hijo de Kusika!, tras haber saludado a Rāma a su llegada aquí, ha sido saludado a su vez?”
Tras haber oído estas palabras, Viśvāmitra, el grande y elocuente muni, respondió al docto Satananda: “Nada he omitido, ¡oh excelente asceta!, de lo que tenía que hacer. La esposa del solitario se ha unido de nuevo a él como Renuká al hijo de Bhrigú.”
Luego de haber oído estas palabras del sabio Viśvāmitra, el ilustre Satananda habló de este modo a Rāma: “Sé bien venido, ¡oh el primero de los hombres! Para hacer nuestra felicidad has llegado aquí, siguiendo al gran rṣi Viśvāmitra, el invencible. Sus obras son de una grandeza inimaginable; el brillo de su tapás, sin medida; a este brahmarsi, al ilustre Viśvāmitra, yo le reconozco como la salvación suprema del Mundo. Nadie más afortunado que tú, ¡oh Rāma! No, nadie en la Tierra cual tú, que tienes como protector al hijo de Kusika, el del gran tapás. Escucha, que voy a decirte del magnánimo Kusika no solamente su poder, sino su naturaleza. Presta atención a mi relato. Hubo un rey virtuoso durante mucho tiempo vencedor de sus enemigos; conocedor de su deber, instruido y complaciendose en ser util a sus súbditos. El Amo de las criaturas tuvo un hijo, llamado Kusa, que fue rey. Kusa tuvo un hijo poderoso, el muy virtuoso Kusanabha. El hijo de Kusanabha fue el célebre Gadhí. Gadhí, el padre del ilustre Viśvāmitra, el gran muni hoy. El ilustre Viśvāmitra entonces, protegía a la Tierra. Durante numerosos millares de años este rey gobernó su Imperio. A veces, el poderoso monarca reunía sus tropas y, rodeado de su ejército, recorría la Tierra. Ciudades, reinos, ríos, altas montañas, desiertos, tras haber sido todo visitado por él, el rey llegó al eremitorio de Vasishtha, adornado de toda clase de flores, de lianas y de árboles, lleno el lugar asimismo de fieras de toda especie y frecuentado por siddhas y por caranas, embellecido por la presencia de devas, danavas, gandharvas y kinnaras; poblado de gacelas domesticadas, habitado por tropas de Dos-veces-nacidos, lleno de brahmarsis, llegados a la perfección gracias al tapás y por sus santas prácticas, semejante a Agni, espléndidos, constantemente lleno aquel paraíso de magnánimos ascetas, semejantes al venerable Brahmā, que se alimentaban de agua y de aire, que comían hojas muertas, de rṣis y de valakhilyas viviendo de frutas y de raíces, los apetitos domados, expiados los pecados, los sentidos vencidos, entregados al rezo y a las libaciones santas, y de otras ascetas, tales que los vaikhanasas. Esta ermita de Vasiṣṭha, que todos estos santos personajes hacían célebres y que asemejábase a otro Brahmaloka, fue vista por el mejor de los guerreros victoriosos, por el poderoso Viśvāmitra.”
SARGA LII
Vasiṣṭha recibe a Viśvāmitra en su Ermita
“Viendo su aspecto lleno de viva alegría, el poderoso Viśvāmitra se inclinó respetuosamente, él, el héroe, ante Vasiṣṭha, el mejor de los ascetas, entregado a la oración. “Sé bien venido”, le dijo el magnánimo Vasiṣṭha; luego, el bienaventurado le indicó un asiento. Habiendo entrado el sabio Viśvāmitra, el excelente asceta, según la costumbre, le ofreció frutos y raíces. Luego de haber aceptado los homenajes de Vasiṣṭha, el mejor de los reyes se informó de si todo iba bien para su ascetismo, sus agnihotras, sus discípulos y para los árboles de su ermita, Vasiṣṭha respondió a Viśvāmitra, ilustre y excelente rey, que todo iba bien. Habiendo llegado, pues, Viśvāmitra bajo felices auspicios, el gran asceta, el mejor recitador de los Vedas, Vasiṣṭha, el hijo de Brahmā, le interrogó a su vez. “¿Y tú, ¡oh rey!, eres dichoso? ¿Haces la felicidad de tus súbditos gobernándolos de acuerdo con las leyes de tu Imperio, virtuoso monarca? Los que están a tu servicio, ¿te obedecen puntualmente? ¿Todos tus enemigos, ¡oh tú, que triunfas de tus adversarios!, son vencidos? Tus ejercitos, tus tesoros, tus amigos, tus hijos y tus nietos, todo, ¡oh látigo de tus enemigos, héroe irreprochable!, ¿va como es debido?”
“El rey Viśvāmitra, el del gran renombre, respondió al humilde Vasiṣṭha que todo iba bien. Los dos virtuosos personajes conversaron largo tiempo llenos de viva alegría y llenándose de cumplidos uno a otro. Luego, el bienaventurado Vasiṣṭha, ¡oh vástago de Raghú!, dijo al fin a Viśvāmitra soriendo: “Voy a cumplir los deberes de hospitalidad con tu ejército, ¡oh poderoso rey!, y contigo, ¡oh tú, cuyo poder es sin límites! Acepta de mí lo que conviene. Esta buena recepción que voy a hacerte tenla por agradable, ¡oh rey!, tú, el más distinguido de los huéspedes, y que eres digno de los mayores honores.”
“Oyendo estas palabras de Vasiṣṭha, el rey Viśvāmitra, el gran asceta, respondió: “Los homenajes de que me hablas ya me los has rendido ofreciéndome frutas y raíces en tu ermita, ¡oh bienaventurado!, dándome agua para lavarme los pies y para enjuagarme la boca, permitiéndome visitarte. He recibido de ti, ¡oh gran asceta digno de homenajes!, la mejor acogida, honor a ti, que podía desear. Al marcharme, deja caer sobre mi aún una mirada amiga.”
“Pero Vasiṣṭha hizo al rey, que le hablaba así, las instancias más apremiantes. “Bien”, dijo el hijo de Gadhí a Vasiṣṭha, y añadió: “Sea como tú quieras, ¡oh toro de los ascetas!”
“A estas palabras, Vasiṣṭha, el mejor recitador de los Vedas, llamó gozoso a su vaca salpicada de manchas por quien las manchas eran borradas: “Ven pronto, ¡oh Sabalá!, sé atenta a mi voz, que he decidido preparar un festín digno de él a ese rṣi de los reyes, a quien su ejército acompaña; ayúdame. Sea cual sea el de los seis rasas que se desee, ¡oh divina Kamadhuk!, hazle correr abundantemente en atención a mí. Todo cuanto es bueno de comer, de beber, de lamer y de chupar, proporciónalo en cantidad, ¡oh Sabalá! Apresúrate.”
SARGA LIII
Vasiṣṭha niega Sabalá a Viśvāmitra
“A estas palabras de Vasiṣṭha, ¡oh matador de tus enemigos!, Sabalá, vaca de abundancia, suministró cuanto se podía desear fuese de la naturaleza que fuese. Azúcar, miel, espigas tostadas, licores fuertes, jarabes, brebajes de gran precio, alimentos de todas clases, tinajas de papilla caliente y sabrosa altas como montañas, arroz pelado, sopas, arroyos de leche pura, pasteles y golosinas de todas clases, millares de platos llenos de melaza hasta los bordes. Todo el ejército de Viśvāmitra, compuesto de miríadas de hombres, comió hasta no poder más. Vasiṣṭha le surtió copiosamente. El real rṣi Viśvāmitra harto fue, así como la flor de su corte, más los brāhmaṇas y los purohitas que le acompañaban. Regalado así, como sus ministros, sus consejeros y sus servidores, el rey en el colmo de la alegría, dijo a Vasiṣṭha: “En verdad que me has festejado, ¡oh brāhmaṇa!; recibido he de ti los honores de tú mismo mereces. Escucha, pues, la proposición que te hago, ¡oh elocuente asceta! A cambio de cien mil vacas, cédeme a Sabalá. Es una perla, ¡oh bienaventurado!, y las perlas pertenecen a los reyes. Por consiguiente, dame a Sabalá; me corresponde de todo derecho, ¡oh Dos-veces-nacido!”
“A esta petición, el bienaventurado Vasiṣṭha, toro de los ascetas, el del alma llena de rectitud, respondió al gran rey Viśvāmitra: “Ni por cien mil ni incluso por mil millones de vacas, ¡oh rey!; como tampoco te la daría contra montones de dinero. No me separaré de ella; tiene que vivir a mi lado, ¡oh vencedor de tus enemigos! Sabalá fue para mí siempre como el buen renombre para todo hombre. De ella dependen el havya y el kavya, así como la prolongación de mi existencia; e igualmente el agnihotra, el bala, el homa (186), como también las exclamaciones litúrgicas svahá y vashat, más los conocimientos variados. Todo esto depende de ella, ¡oh rṣi de los reyes!, imposible sería dudarlo, y en todo ello me procura plena satisfacción. Por todas estas múltiples razones, ¡oh rey!, no te daré a Sabalá.”
“Habiéndole hablado así Vasiṣṭha, Viśvāmitra dijo con tono vivamente mortificado, él, el elocuente monarca: “Te daré catorce mil elefantes empenachado, con cinchas y colleras de oro provistas de ganchos de oro batido. Además, carros de oro y cuadrigas de caballos blancos te daré ochocientos con sus campanillas. Mas otros caballos de raza, y de sangre llena de vigor, de éstos te daré once mil, ¡oh piadoso asceta! En fin, vacas de diversos colores, en plena producción, de éstas una kotí; cédeme a Sabalá. Todo cuanto desees como piedras preciosas y oro, ¡oh excelente asceta!, te lo daré; pero cédeme a Sabalá.”
“A este discurso del sabio Viśvāmitra, el bienaventurado asceta respondió: “No te cederé a Sabalá, ¡oh príncipe!, a ningún precio. Es mi joya, es mi tesoro, es todo mi bien, es mi vida misma. Es para mí como la nueva y la llena Luna, así como los sacrificios acompañados de sus dakshinas (187). Ella resume para mí, ¡oh príncipe!, la diferentes tareas, pues de ella dependen todas mis obras, ¡oh rey!, sin duda alguna. Pero ¿para qué tantas palabras? No te cederé a la que satisface todos mis deseos.”
SARGA LIV
Vasiṣṭha extermina las tropas de Viśvāmitra
“Como Vasiṣṭha, el asceta, no quería separarse de su vaca de la abundancia, Viśvāmitra, ¡oh Rāma!, se apoderó de Sabalá por la fuerza. Mientras el poderoso rey se la llevaba, Sabalá, desolada, pensaba, gimiendo bajo el peso del dolor; “¿Por qué he sido abandonada del muy magnánimo Vasiṣṭha y arrastrada por los servidores del rey, que me afligen y me hacen tan desgraciada? ¿En qué he podido faltar a este gran rṣi, el del alma pura, y cómo a pesar de mi inocencia y mi abnegación me abandona, él, que es tan justo?” Así reflexionaba lanzando frecuentes suspiros. Pero de pronto volvió presurosa junto al todopoderoso Vasiṣṭha. Pero de pronto volvió presurosa junto al todopoderoso Vasiṣṭha. Apartando por centenares a los servidores del rey, ¡oh matador de tus enemigos!, llegó rápida como el viento a los pies del magnánimo solitario. Allí, suspirando y mugiendo, dijo a Vasiṣṭha, derecha frente a él y lanzando clamores semejantes al retumbar de las nubes: “¿Por qué, ¡oh bienaventurado hijo de Brahmā!, me abandonas y consientes que los soldados del rey se me lleven en tu presencia?” A esta pregunta el brahmarsi respondió, cual hubiese respondido a una hermana, a la infortunada cuyo corazón era víctima de la angustia: “No te abandono, ¡oh Sabalá ni nada puedes reprocharme; es el poderosísimo rey el que se te ha llevado a pesar mío. Mi fuerza no es igual a la suya, hoy sobre todo. El rey es poderoso, es un kṣatriya, es el amo del Mundo. Dispone de un ejército entero, completo, compuesto de elefantes, caballos y carros, más gran cantidad de estandartes llevados por otros elefantes; por todo ello su fuerza es extremada.”
“Cuando la hubo hablado así, la elocuente Sabalá respondió respetuosamente a Vasiṣṭha, brahmarsi de gloria sin rival: “Dícese que el poder no pertenece a los kṣatriyas; los brāhmaṇas son superiores en fuerza; el poder del brāhmaṇa es divino, más grande que el del kṣatriya. Tu fuerza es inconmensurable; nadie es más poderoso que tú. Si Viśvāmitra está lleno de valor, tu energía es invencible. Ordéname, gran asceta, a mí, que poseo la potencia brahmánica, y arruinaré la insolencia de ese perverso, su fuerza, sus esfuerzos, todo.”
“Oyendo estas palabras, ¡oh Rāma!, el glorioso Vasiṣṭha le dijo: “¡Crea un ejército destructor del ejército enemigo!” Apenas le hubo oído, Surabhí desplegó al punto su poder creador; “¡Humbá!”, mugió. A este grito salieron los pahlavas por centenares, ¡oh príncipe!, y empezaron a destruir el ejército entero de Viśvāmitra en su misma presencia. El rey, exasperado y echando chispas por los ojos, empezó a exterminar a los pahlavas con dardos lanzados de arriba abajo. Al ver a Viśvāmitra destruir de aquel modo a los pahlavas a centenares, Surabhí emitió de nuevo una tropa formidable compuesta de sakas y de yavanas. La tierra entera cubierta de aquellos sakas mezclados con los yavanas. Héroe de bravura deslumbrante, semejantes a tamices de oro, armados de espadas y de lanzas de acerada punta, y vestidos con hábitos dorados. Todo el ejército del rey fue consumido como por otros tantos fuegos ardientes. Entonces el poderoso Viśvāmitra lanzó dardos que acribillaron a yavanas y sakas.”
SARGA LV
Viśvāmitra se entrega al ascetismo
“Al ver a sus guerreros abatidos y puestos en fuga por los dardos de Viśvāmitra, Vasiṣṭha excitó la virtud creadora de Kamadhuk. Y a un nuevo mugido nacieron los kambojas, brillantes como el Sol; de su ubre salieron los barbaras, espadas en mano. De su matriz, los yavanas; de su bosta, los afamados sabalas; del hueco de sus pelos, los mlecchas, y los haritas con los kiratas. Y por ellos, en un instante, fue destruido todo el ejército de Viśvāmitra: infantería, elefantes, caballos, carros, todo, ¡oh alegría de Raghú!
“Al ver exterminada de aquel modo toda su fuerza por el magnánimo Vasiṣṭha, los cien hijos de Viśvāmitra, provistos de toda clase de armas, lanzáronse llenos de furor sobre Vasiṣṭha, aquel cuyas oraciones eran las mejores. “¡Hum!”, hizo éste, y bastó para que el gran rṣi los consumiese a todos. El magnánimo Vasiṣṭha redujo a cenizas, en un instante, a los hijos de Viśvāmitra, así como a sus caballos, sus carros y sus hombres de a pie.
“Al ver destruido de aquel modo tanto sus hijos como su ejército, el muy ilustre Viśvāmitra, confuso, quedó pensativo. Como el océano cogido de inmovilidad, como una serpiente con los dientes rotos, como el Sol ensombrecido, así quedó él de pronto, privado de todo su valor. Habiendo perdido sus hijos y su ejército, desgraciado, semejante a un pájaro privado de alas, su energía y su fuerza totalmente destruidas, cayó en el más profundo desaliento. E instalando al único hijo que le quedaba en su trono, le dijo: “Gobierna la Tierra según la ley de los kṣatriyas”, y luego se retiró al bosque, yendo a establecerse en el flanco del Himavat, frecuentado por los kinnaras y los uragas, y para atraerse el favor de Mahadeva, el ilustre ermitaño, practicó el ascetismo.
“Al cabo de algún tiempo, el amo de los Dioses, que tiene el toro como estandarte, el distribuidor de dones, se apareció a Viśvāmitra, el gran muni: “¿Por qué tantas maceraciones, ¡oh rey!? Dime qué es lo que deseas. Yo soy el distribuidor de dones. El favor que pretendas te será concedido.”
“Oyendo estas palabras del dios, Viśvāmitra, el del gran tapás, postróse ante él. Viśvāmitra dijo a Mahadeva: “Si estás satisfecho, ¡oh Mahadeva!, ¡oh irreprochable!, concédeme el Dhanurveda con los Angas, los Upangas, los Upanisads y los Arcanes. Las armas que pertenecen a los devas, a los danavas a los grandes rṣis, a los gandharvas, a los yaksas y a los rakshas, que estén a mi disposición, ¡oh irreprochable! Que por tu favor, ¡oh dios de los dioses!, lo que yo deseo se cumpla.”
“Sea”, dijo el amo de los dioses. Y tras ello se fue.
“En posesión de aquellas armas gracias al amo de los dioses, Viśvāmitra, dotado de gran energía, sintió un orgullo inmenso, sin medida; tornóse lleno de jactancia. Desbordando fuerza, como el Océano al claror de la Luna, resolvió entonces, ¡oh Rāma!, matar a Vasiṣṭha, el gran rṣi. Y con esta intención el rey volvió al eremitorio y empezó a lanzar dardos cuyo ardor consumió aquella soledad silvestre. Bajo el chaparrón de proyectiles lanzados por el sabio Viśvāmitra, los espantados ascetas huyeron por centenares en todas direcciones. Los discípulos de Vasiṣṭha, las bestias feroces, los pájaros, todos dominados por el espanto, escaparon de todas partes por millares. El ermitorio de Vasiṣṭha, el magnánimo, vacio quedó casi en un instante. Hubiérase dicho que aquello era un desierto. No obstante, Vasiṣṭha había gritado varias veces: “No temáis nada. Hoy destruiré al hijo de Gadhí como el Sol la helada de la mañana.” Tras hablar así, el poderoso Vasiṣṭha, el mejor de los que se entregan al rezo, dijo a Viśvāmitra con enojado tono: “Puesto que has arruinado a causa de tu maldad y tu locura este ermitorio, tanto tiempo floreciente, vas a dejar de vivir.” Y tras estas palabras, dominado por el furor, tal cual el fuego sin humo de Kalá, con gesto rápido levantó su cayado semejante al cetro de Yama.”
SARGA LVI
Combate entre Viśvāmitra y Vasiṣṭha
“Habiendo hablado así Vasiṣṭha, el poderoso Viśvāmitra le disparó un dardo de Agni, gritando: “¡Para! ¡Detente!” Pero el bienaventurado Vasiṣṭha, blandiendo el bastón brahmánico, igual al cetro de Kalá, le dijo con cólera: “¡Aquí estoy, oh vástago de los kṣatriyas! ¡Heme aquí! Muestra tu fuerza, que hoy quebrantaré tu orgullo y el de tus armas, ¡oh hijo de Gadhí! ¿Qué puede un kṣatriya frente a un brāhmaṇa todo poderoso? ¡Mira!: mi poder brahmánico, divino es, ¡oh tú, oprobio de los ksatriyas!” Y el temible dardo, el dardo excelente de Agni, lanzado por el hijo de Gadhí, fue apagado por el bastón del brāhmaṇa como el fuego por el agua.
“El hijo de Gadhí, furioso, lanzó sucesivamente los dardos de Varuna, de Rudra, de Indra, de Pasupati, el Aishika, el Manava, el Mohana, el Gandharva, el Svapana, el Jrimbhna, aún el Mohana, el Samtapana y el Vilapana, el Soshana, el Daruna, el trueno irresistible, el Brahmapasa, el Kilapasa, el Varunapasa, el Pinaka, el arma favorita de Siva, el Sushka y el Ardra, doble cuadrado de rayos, el palo de los pisacas, el arma de Kranunca, el Dharmacakra, el Kalacakra y el Visnucakra, el pisón de Vayú y el Hayasiras. Lanzó al punto el doble arpón, Kankala y Musala, el poderoso dardo de los Vidyadharas y el arma terrible de Kalá, el tridente de Siva y su formidable collar de cráneos: todos estos proyectiles los lanzó, ¡oh alegría de Raghú!, los lanzó contra Vasiṣṭha, el mejor de cuanto oran. Y entonces verificóse un prodigio: ¡todos aquellos proyectiles fueron devorados por el bastón del hijo de Brahmā!
“Una vez apagados de este modo, el hijo de Gadhí disparó un dardo de Brahmā. A la vista de tal arma blandida en el aire, los dioses, Agni a su cabeza, los divinos rṣis, los gandharvas con las Grandes Serpientes quedaron sobrecogidos de espanto. Los tres mundos mismos aterrados quedaron por el lanzamiento del dardo de Brahmā. Esta temibilísima arma de Brahmā, centelleante como él mismo, el propio Vasiṣṭha la consumió toda entera con su propio bastón, ¡oh Raghava! Y tras haber devorado el magnánimo asceta el poderosísimo dardo, tomó un aspecto terrible, formidable, que turbó a los tres mundos: Del hueco de todos los pelos del magnánimo Vasiṣṭha salieron chispas parecidas a dardos de fuego mezclados con vapor. Blandido por su mano, el cetro brahmánico brillaba como el fuego sin humo de Kalá, como otro cetro de Yama.
“En aquel momento, las tropas de munis exaltaron a Vasiṣṭha, el mejor de cuantos recitan plegarias: “Tu poder es irresistible, ¡oh brāhmaṇa!; refrena tu energía mediante tu energía. Has vencido, ¡oh brāhmaṇa!, al muy poderoso Viśvāmitra. Tu fuerza es irresistible, ¡oh tú, el mejor de los ascetas! Que los mundos cesen de temblar.”
“A estas palabras, el ilustre Vasiṣṭha, el del gran tapás, se calmó. Viśvāmitra humillado, dijo gimiendo: “El poder de los kṣatriyas es un poder maldito. La verdadera fuerza es la energía brahmánica (188). El tan sólo, el bastón de este brāhmaṇa, ha roto todas mis armas. Tras lo que acabo de ver, en adelante, apaciguados mis sentidos y mi corazón, voy a emprender un gran tapás que me valdrá la virtud brahmánica.”
SARGA LVII
Historia de Trisankú
“Con el corazón dolorido a causa del recuerdo de su derrota, vuelto el enemigo del magnánimo Vasiṣṭha, gimiendo, gimiendo aún, Viśvāmitra, el del gran tapás, se fue hacia el sur con la reina, ¡oh Raghava!, dispuesto a practicar las más terribles austeridades. No se alimentaba sino de frutos y raíces; los sentidos domados, dábase al más riguroso ascetismo. Con ello, naciéronle varios hijos esencialmente virtuosos: Havishpanda, Madhushpanda, Driphanetra, Maharatha. Mil años transcurrieron. Entonces Brahmā, Abuelo de los mundos, dirigió estas suaves palabras a Viśvāmitra, tesoro de ascetismo: “Los mundos de los rajarsis conquistados han sido por tu tapás, ¡oh hijo de Kusika! En virtud de tu tapás, te reconocemos todos como rajarsi.”
“Habiendo hablado así el ilustre y supremo Señor de los mundos, acompañados de los daivatas volvióse al Cielo, al Brahmaloka. Viśvāmitra, escuchando tales palabras, bajó la cabeza todo confuso. Y penetrado de vivísimo dolor, exclamó indignado: “Tras haber practicado un tapás extremadamente riguroso he sido reconocido rajarsi por todos los dioses y las tropas de los rṣis. No es, en verdad, el fruto que yo esperaba de mi ascetismo.” Reflexionando de este modo en su corazón, Viśvāmitra, el del gran tapás, emprendió austeridades aún mayores, ¡oh Kakutstha!, él, el virtuoso príncipe de alma excelente y noble.
“Por aquel tiempo vivía el leal y virtuoso Trisankú, nacido de la raza de Iksvaku. Al cual, ¡oh Raghava!, le vino este pensamiento: “Voy a hacer un sacrificio y mediante él iré con mi cuerpo a la morada suprema de los dioses.” Hizo venir a Vasiṣṭha y le comunicó su proyecto. El magnánimo Vasiṣṭha le dijo: “Es imposible”. Dicho esto, se dirigió hacia el sur.
“Deseando siempre alcanzar lo que se proponía, el rey fue junto a los hijos de Vasiṣṭha, allí donde desde hacia mucho tiempo practicaban el ascetismo. El célebre Trisankú advirtió aquel centenar de soles de brillo sin igual, es decir, los sabios, hijos de Vasiṣṭha entregados al ascetismo. Y abordando a los magnánimos hijos de su gurú, les saludó a todos antes de nada, inclinando ligeramente la cabeza, por deferencia. Y haciendo el anjalí, dijo a todos aquellos ascetas de gran alma: “Me refugio junto a vosotros. Vengo a solicitar la protección de ayudas dignas de tal nombre. Ante la negativa del magnánimo Vasiṣṭha, felicidad a vosotros, concededme, tal cual deseo, poder ofrecer un gran sacrificio. ¡Ojalá pueda, mediante mis homenajes, volverme favorables a todos los hijos de mi gurú! Con la cabeza inclinada, os abjuro a vosotros, que soís brahmanas afianzados en el ascetismo, que asistáis todos al sacrificio que quiero ofrecer con objeto de alcanzar lo que me propongo, es decir, poder con mi cuerpo conseguir el Devaloka. Rechazado por Vasiṣṭha, ¡oh tesoros de ascetismo!, no veo otro medio que vosotros, los hijos de mi gurú. Para todos los descendientes de Iksvaku el purodhas es la salvación suprema. A falta de ello, sed todos mi divinidad.”
SARGA LVIII
Trisankú, maldecido por los hijos de Vasiṣṭha
“A estas palabras, pronunciadas con cólera por el rey Trisankú, los cien hijos del asceta respondieron, ¡oh Rāma!: “Puesto que has sido rechazado en tu pretención loca por tu leal gurú, ¿para qué abandonarle y tratar de engancharte a otra rama? Para todos los descendientes de Iksvaku el purodhas es la salvación suprema, has dicho. Pues bien, es preciso no despreciar las sinceras palabras de Vasiṣṭha. “Es imposible.” Tal fue la respuesta del bienaventurado rṣi. Por consiguiente, nosotros no podríamos, en modo alguno, participar a tu sacrificio. Careces de experiencia, ¡oh jefe de los hombres! Vuélvete a tu ciudad. El bienaventurado Vasiṣṭha es poderoso en los sacrificios, e incluso, ¡oh rey!, en cuanto interesan a los tres mundos. ¿Cómo podríamos nosotros obrar con desprecio de su persona?”
“Cuando hubo oído este lenguaje de los indignados solitarios, el rey les dijo de nuevo: “Rechazado por mi bienaventurado gurú y por sus hijos, me volveré hacia otro lado. Adiós, ascetas.” Los hijos del rṣi, al oír estas palabras proferidas en tono de amenaza, llenos de cólera le maldijeron: “¡Descenderás, a la condición de candala!” (189). Tras estas palabras los magnánimos ascetas entraron en su eremitorio.
“Transcurrida la noche, el rey cayó en el estado de candala. Vestido con un hábito negruzco, negruzco él mismo, el aspecto feroz, la cabellera en desorden, iba cubierto de cenizas y de flores de cementerio y los adornos que llevaba eran de hierro. Cuando le vieron transformado así en candala, todos sus consejeros le abandonaron huyendo sin excepción, ¡oh Rāma!, y otro tanto hicieron los habitantes de la ciudad que le habían acompañado. El rey, el del alma grande, al verso solo, ¡oh Kakutstha!, se fue a encontrar a Viśvāmitra, rico en ascetismo. Día y noche caminaba hundido en su dolor. Viśvāmitra, al ver al rey desposeído de sus méritos y bajo la forma de un candala, ¡oh Rāma!, el muni sintió piedad. Y en su conmiseración, el asceta ilustre, dotado de las mayores virtudes, le dirigió estas palabras: “Felicidad a ti, ¡oh rey!, cuya contemplación es tan pavorosa! ¿Qué motivo te trae, ¡oh príncipe valeroso!, ¡oh rey de Ayodhya!, ¡oh héroe caído en virtud de una maldición!, al estado candala?”
“A esta pregunta, el rey caído al estado de candala, haciendo el anjalí, respondió sabiamente a este sabio: “He sido rechazado por mi gurú y por sus hijos. No he podido alcanzar lo que me proponía. Todo lo contrario es lo que me ha sucedido, puesto que lo que quería era ir al Cielo con mi cuerpo, ¡oh muni de benévolo aspecto! He ofrecido un centenar de sacrificios sin poder recoger su fruto. Jamás he proferido mentira, ni la proferiría nunca, ni aún en las situaciones más penosas, ¡oh solitario lleno de afabilidad!; te lo juro por mi fe de kṣatriya. He ofrecido sacrificios de todas clases; a mi pueblo le he gobernado según la ley; mis gurús magnánimos, satisfechos han estado siempre de mi conducta; aplicado a mi deber, deseoso estaba de ofrecer un nuevo sacrificio, y he aquí que mis gurús me rehusan este favor, ¡oh toro de los ascetas! El Destino es todopoderoso, a mi juicio, y lo que el hombre hace es inútil. El Destino acaba con todo; el Destino es la vía suprema. Dado mi enorme infortunio, concédeme el favor que solicito, a mí, cuyo karmán ha sido destruido por el Destino, y sé bendito. Incapaz sería de hallar otro asilo; no tengo otro refugio que tú. Preciso es que apartes al Destino mediante tu energía viril.”
SARGA LIX
Viśvāmitra maldice a los hijos de Vasiṣṭha
“Oyendo este lenguaje del rey caído en el estado de candala, el hijo de Kusika, conmovido de piedad, le respondió con voz llena de benevolencia: “Querido hijo de Iksvaku, se bien venido, pues sé que eres virtuoso. Te concedo mi protección; no temas nada, toro de los reyes. Yo convocaré a todos los grandes rṣis, los del santo karmán, que prestan su concurso en los sacrificios, ¡oh rey!; y entonces podrás sacrificar tranquilamente. Esta forma de la cual te ha revestido la maldición de tu gurú te acompañará cuando con tu cuerpo suba al Cielo sin esfuerzo, cual si la llevases de la mano, estoy convencido de ello, ¡oh príncipe!, que has venido a buscar asilo junto al hijo de Kusika.” Esto dicho, el glorioso asceta ordenó a sus hijos, esencialmente virtuosos y de gran inteligencia, que hiciesen los preparativos para el sacrificio. Convocó a todos sus discípulos y les dijo: “Todos los rṣis, así como a los hijos de Vasiṣṭha, os ordeno que me lo traigais. Así como a sus discípulos, a sus amigos y a los ritvijs de gran renombre. La respuesta que cada uno pueda hacer a mi invitación me la traeréis íntegramente, por despreciable que pueda ser.”
“Tras estas palabras y dispuestos a cumplir la orden, dispersándose en todas direcciones. Más tarde, tras haber recorrido todos los países, volvieron aquellos intérpretes del Veda, discípulos de Viśvāmitra, y acercándose al muni centelleante de esplendor, le trajeron la respuesta de cada uno de los ascetas instruidos en los Vedas: “Según has ordenado, todos los Dos-veces-nacidos llegan. Vienen, sí, de todas partes, a excepción de Mahodaya. En cuanto a los cien hijos de Vasiṣṭha, lo que con tono lleno de cólera nos han respondido, escúchalo ¡oh toro de los ascetas!: “En ese sacrificio ofrecido por un kṣatriya, sobre todo en nombre de un candala, ¿cómo suras y rṣis gustarían las libaciones, y los brāhmaṇas magníficos, de tocar a los alimentos de un candala? ¿Cómo podría ir al Cielo bajo la égida de Viśvāmitra?” Tal es el lenguaje insolente que profirieron con los ojos inyectados en sangre, de tal modo estaban encolerizados, ¡oh toro de los ascetas!, todos los hijos de Vasiṣṭha y Mahodaya.”
“Cuando oyó estas palabras, el toro de los ascetas, con la mirada centelleante de furor, exclamó rabioso: “¡Puesto que me desprecian a mí, que no estoy manchado, que practico un tapás riguroso, deshechos en ceniza caerán, no hay duda! ¡Hoy mismo serán arrastrado en la red de Kala hasta la presencia del hijo ve Vivasvat! Y tras setecientas reencarnaciones, llegarán a ser mritapas. Se nutrirán exclusivamente de carne de perro, y serán conocidos con el nombre de Mushtikas. Extraños a la compasión, envilecidos, repugnantes, errarán por los mundos. En cuanto a Mahodaya, que me ha insultado con su perversidad también él, sin yo merecerlo, caído recorrerá los mundos en estado de nishada (190), complaciéndose en destruir los alientos vitales de los seres, e inaccesible a la piedad, durante mucho tiempo marchará por el fatal sendero que le traza mi cólera.”
“Tras haber hablado así en medio de los rṣis, Viśvāmitra el del gran tapás, guardó silencio, él, el gran asceta, el de energía inmensa.”
SARGA LX
Trisankú sube al Cielo
“Cuando ….
Palabras en Original y palabras cambiadas
A
Aditi (esposa de Kasyapa)
Aditya (bosque)
Ahalyá: Esposa del muni Gautama. En ausencia de éste, Indra tomó su apariencia y se acostó con ella, aunque Ahalyá lo reconoció disfrazado.
En un bosque vecino a Mithilá, Raghava descubrió una ermita antigua, desierta, encantadora. Interrogó al toro de los munis: “¿Por qué no se ven asceta en esta especie de monasterio? Deseo saberlo, ¡oh Bienaventurado!, y quién habitó en tiempos esta ermita.”
A esta pregunta propuesta por Raghava, el elocuente Viśvāmitra, célebre y gran muni, respondió: “En verdad, te lo voy a contar. Sabe, ¡oh Raghava!, por qué asceta de gran alma esta soledad fue habitada y maldita: Fue el magnánimo Gautama, ¡oh el mejor de los hombres!, a quien en tiempos perteneció esta ermita, semejante a una ermita divina, y a la que los mismos suras veneraban. En ella, hace mucho, vivió el asceta con Ahalyá, durante un número considerable de años, el ilustre Gautama, ¡oh príncipe! Un día, sabiendo que estaba ausente, el dios de los mil ojos, el esposo de Saci, tomando el traje y aspecto del asceta, dijo a Ahalyá: “La época legal la esperan aquellos que no están dominados por la pasión, ¡oh mujer profundamente recogida!; pero yo quiero unirme contigo, ¡oh mujer del lindo talle!”
“Aunque reconociendo, pese al disfraz de asceta, al dios de los mil ojos, ¡oh vástago de Raghú!, la insensata se rindió al deseo del rey de los Dioses. Luego dijo al jefe de los suras, con alma bien satisfecha: “Tu propósito se ha cumplido, ¡oh jefe de los suras!; vete rápido de aquí, Señor. Y defiende tu persona y la mía, ¡oh jefe de los Dioses!, de Gautama.”
“Indra dijo a Ahalyá sonriendo: “¡Oh hermosa mujer!, feliz soy y ya me voy.” Y tras haberse unido con ella, salió de la cabaña hecha con follaje. Y se apresuraba lleno de miedo, ¡oh Rāma!, porque temía a Gautama, cuando en aquel momento advirtió al gran muni que volvía.
“Gautama, invencible para los devas y los danavas, tal era de poderoso su ascetismo, volvía purificado por las aguas del vado sagrado, resplandeciente como Anala. Traía samidhs y de la hierba kusa. Al ver al toro de los Munis, el jefe de los suras, espantado, perdió la serenidad. Por su parte, el virtuoso solitario, al reconocer bajo su traje de asceta al dios de los mil ojos, encolerizado dijo al culpable: “¡Has tomado mi forma para llevar a cabo, oh perverso, lo que te estaba prohibido! Pues bien, a causa de ello ¡ya no podrás tener más hijos!”
“Apenas el magnánimo Gautama hubo hablado así lleno de indignación, las partes genitales del dios de los mil ojos cayeron al suelo. Tras haber maldecido a Sakra, maldijo a su esposa: “En cuanto a ti, ¡aquí permanecerás durante millares de años alimentándote de aire, sin otro sustento, macerándote, durmiendo sobre la ceniza, invisible a todos los seres! ¡Tal será tu existencia en esta ermita! No volverás a ser pura hasta que Rāma el invencible hijo de Dasaratha, entre en este bosque temible. Dándole hospitalidad, ¡oh perversa!, dejarás de estar extraviada por la pasión; y cerca de mí, alegre volverás a encontrar tu cuerpo.”
“Dichas estas palabras, el ilustre Gautama se alejó de la culpable y de esta ermita, retirándose a una de las cimas del Himavat, frecuentada por sidas y caranas, lugar lleno de encantos, donde el gran solitario practica el ascetismo.”(Ramayana de Valmiki, Sarga XLIII-XLIX).
Liberación de su castigo Ahalyá gracia a Sri Rāma:
“Entra, pues, ¡oh poderoso héroe!, en la ermita de este santo anacoreta y libera a la afortunada Ahalyá, bella como una diosa.”
Habiendo hablado así Viśvāmitra, Raghava, al que Lakṣmaṇa escoltaba, saludó al asceta y penetró en la ermita. Allí vio a la afortunada Ahalyá, a la que el tapás volvía deslumbradora, pero a la que los mundos reunidos no podían ver, así como tampoco los suras ni los asuras.
Como una celeste e ilusoria imagen, formada con cuidado por el Ordenador de los mundos; como la llama de un brasero velado por el humo; como el resplandor de la Luna, en un cielo preñado de nieves, en medio de nubes; como, reflejado en el agua, el esplendor cegador del Sol, así Ahalyá, a causa de la maldición de Gautama permaneció oculta a los tres mundos hasta la llegada de Rāma. Sólo entonces su maldición tuvo fin y pudo ser visible para todos.
Los dos Raghavas entonces cogieron sus pies con alegría, y ella, acordándose de las palabras de Gautama, les hizo la mejor acogida. Dióles agua para que se lavasen los pies e hizo cuanto pudo para practicar debidamente la hospitalidad. Kakutstha recibió sus homenajes conforme a los ritos. En aquel momento cayó una gran lluvia de flores al ruido de gongos divinos. Los gandharvas y las apsaras celebraron grandes fiestas.
“¡Maravilla, maravilla!”, exclamaron los dioses celebrando alabanzas en honor de Ahalyá, a la que el poder de su tapás había purificado, y que volvía a ser la esposa fiel de Gautama.
Gautama, el del gran renombre, acompañado de Ahalyá y ya feliz, colmó a Rāma de honores y, aunque ya rico en ascetismo, practicó de nuevo el tapás, según la ley.
Rāma, así cargado de homenajes, como convenía, por el gran muni Gautama, fue entonces a Mithilá. (Ramayana de Valmiki, Sarga XLIX).
Ahalya recibió a Sri Rāma con gran honores silvestres, como la había prefigado su esposo Gautama. Ahalyá era la madre del capellán de Janaka rey de Mithila, llamado Satananda.
Alakshya, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Alambusa: Casada con Iksvaku, tuvo a Visala.
Amrta (licor de la inmortalidad): Sexto don del Batimiento del Océano de Leche. El delicioso amrta, cuando fue creado, causó la ruina de toda una raza al poner enfrenter a los hijos de Aditi y a los de Diti. Los asuras se asociaron a los rākṣasas. Entonces estalló una guerra formidable que sembró el espanto entre los héroes de los tres mundos. Cuando la exterminación fue total, Viṣṇu, dotado de un gran poder, se apoderó rápido del amrta valiéndose de su turbadora Māyā. Los combatientes que fueron al encuentro de Viṣṇu, el invencible, el supremo Purusa, sucumbieron en la lucha bajo el todo poder del dios. Los valerosos hijos de Aditi destrozaron a los hijos de Diti en aquella terrible batalla entre las dos razas dititeya y aditya. Tras la destrucción de los hijos de Diti, Puramdara se apoderó de la soberanía, y gobernó, en el seno de la justicia, los mundos, con las cuadrillas de rṣis y de chantres celestiales.”
Amsumat (hijo de Asamanja, nieto de Sagara y Kesiní). Padre de Dilipa.
Anala:
Anjali (juntar las manos en actitud de respeto)
Añi = Agni (dios del fuego)
Añihotras (rito)
Arishtanemi: (su hija Sumatí, que fue la 2ª esposa de Sagara)
Asamanja (hijo primogénito de Sagara y de su 1ª esposa Kesiní). Tuvo un hijo de nombre Amsumat.
Apsaras:
Asiti (Aditi)
Asta (horizonte)
Asuras
Asurtarajas: (hijo de Kusa) El de la gran inteligencia, fundó la ciudad Dharmaranya;
Asvins: Los dioses gemelos celestiales. Los dioses médicos.
Avanmukht (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Avarana, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
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Ayodhya (ciudad en la que reinó Sagara)
Ayodhya (ciudad en la que reinó Śrī Rāma)
B
Bali: (hijo de Virocana)
Batido del Océano de Leche:
1º Don: El autor del Ayurveda (Dhanvantari). Que llevaba un bastón un vaso lleno de ambrosía.
2º Don: Las encantadoras apsaras, flor de las mujeres. Tal es, el origen de las apsaras. Sesenta kotis hubo de estas bellas apsaras; sus servidoras, son innumerables. Como son incapaces de pertenecer en propiedad a ningún deva o danava, llámaselas por ello Sadharanas.
3º Don: La hija de Varuna, Varuní, salió del batimiento. Los hijos de Diti, no poseyeron a esta hija de Varuna; pero, fueron los hijos de Aditi a los que ha pertenecido esta mujer irreprochable. A causa de ello es por lo que los hijos de Diti se llamaron asuras y los hijos de Aditi, suras.
4º Don: Uccaihsravas, el mejor de los caballos.
5º Don: La joya Kostubha.
6º Don: El delicioso amrta.
Bhagavat (sobrenombre de Brahmā y de Viṣṇu y también de Śiva)
Bhagiratha: Hijo de Dilipa, hizo traer el Gańgā a la Tierra para darle el agua lustral a los hijos de Sagara convertidos en cenizas por Kapila. La séptima corriente de la Gańgā seguía su carro, en su camino para redimir a los hijos de Sagara. Jahnú hacia un sacrificio, y Bhagiratha inundó su recinto con la séptima corriente de la Gangá. Jahnú bebió toda el agua de la séptima corriente de la Gangá. Pero luego la dejó salir por sus orejas. Las aguas de la Gańgā continuaron luego siguiendo su carro.
Bhagirathí: Nombre que le otorga Brahmā la Deidad, al río Gańgā al redimir Bhagiratha a los sesenta mil hijos de Sagara, con dichas aguas, y llevarlos al Cielo. Diciendo que mientras que el río Gańgā esté en la Tierra, los hijos de Sagara residirían en el Cielo con las divinidades.
Brahmā: El Abuelo, Bhagavat, El Señor de todos los Mundos. el Amo de los Dioses, el Abuelo de todos los Mundos, el de la inmensa gloria (así se le llama en el Ramayana de Valmiki).
Brahmadatta: El hijo de Culin y de la gandharvesa Somadá (hija de Urmilá). Kusanabha le dio por esposas a sus cien hijas deformadas por el Dios Vayu. Las curó Brahmadatta con solo darles la mano a cada una de ella, recobrando de esta manera su hermosura.
Brahmaloka (región de Brahmā)
Brāhmaṇa =
Brahmarṣi
Bhrígu (muni)
Bhríguprasravana (roca): Aquí en estas rocas del Himavat, practicó Sagara austeridades durante cien años, y Bhrigu muni le concedió el don para que tuviera descendencia.
C
Culín: Asceta que se casó con la gandharvesa Somadá, tuvieron un hijo de nombre Brahmadatta.
D
Danavas: Hijos de Diti y Kasyapa (hijo de Marici). Sus hermanos son los Maruts (los siete vientos principales y luego hay 49 vientos principales).
Darbha (yerba)
Dasaksha (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Dasaratha: Padre de Śrī Rāma y Lakṣmaṇa.
Dasasirsha (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Devas (dioses)
Dhanya, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Dharma: Dios de la Ley, del Orden, de la Religión, de las Normas.
Dharmaranya
Dhritamalin, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Diatya (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Dilipa: Hijo de Amsumat, padre de Bhagiratha.
Diti: Esposa de Kasyapa, tuvo a los Danavas o Dititeyas.
Dridhnabha (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Drishtha, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Dundunabha (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
E
Elefantes de las regiones: Virupaksha (este), Mahapadma (sur), Saumanasa (oeste), Himapandura (norte)
G
Gadhi: (padre de Viśvāmitra)
Gandharvas: (músicos celestiales)
Gandharvesa: llamada Somada, felicidad a ti; se casó con el asceta Culin. Era la hija de Urmilá.
Gańgā (hermana mayor de Umā). Las siete corrientes del río Gańgā: siete corrientes: la Hradiní, la Pavaní y la Naliní, estas tres ramas de la Gańgā, de ondas afortunadas y brillantes, tomaron la dirección del este. La Sucakshús, la Sitá, el gran río de Sindhá, estas otras tres corrientes hicieron correr hacia el Oeste sus hermosas aguas. La séptima corriente acompañó el carro de Bhagiratha, el real rṣi. Jahnú se bebió esta séptima corriente, que seguía el carro de Bhagiratha, (porque había inundado el lugar donde él estaba realizando un sacrificio) y la dejó salir por sus orejas y se llamó Jahnaví.
Gautama: Asceta casado con Ahalyá. Su historia se relata en el Ramayana de Valmiki:
En un bosque vecino a Mithilá, Raghava descubrió una ermita antigua, desierta, encantadora. Interrogó al toro de los munis: “¿Por qué no se ven asceta en esta especie de monasterio? Deseo saberlo, ¡oh Bienaventurado!, y quién habitó en tiempos esta ermita.”
A esta pregunta propuesta por Raghava, el elocuente Viśvāmitra, célebre y gran muni, respondió: “En verdad, te lo voy a contar. Sabe, ¡oh Raghava!, por qué asceta de gran alma esta soledad fue habitada y maldita: Fue el magnánimo Gautama, ¡oh el mejor de los hombres!, a quien en tiempos perteneció esta ermita, semejante a una ermita divina, y a la que los mismos suras veneraban. En ella, hace mucho, vivió el asceta con Ahalyá, durante un número considerable de años, el ilustre Gautama, ¡oh príncipe! Un día, sabiendo que estaba ausente, el dios de los mil ojos, el esposo de Saci, tomando el traje y aspecto del asceta, dijo a Ahalyá: “La época legal la esperan aquellos que no están dominados por la pasión, ¡oh mujer profundamente recogida!; pero yo quiero unirme contigo, ¡oh mujer del lindo talle!”
“Aunque reconociendo, pese al disfraz de asceta, al dios de los mil ojos, ¡oh vástago de Raghú!, la insensata se rindió al deseo del rey de los Dioses. Luego dijo al jefe de los suras, con alma bien satisfecha: “Tu propósito se ha cumplido, ¡oh jefe de los suras!; vete rápido de aquí, Señor. Y defiende tu persona y la mía, ¡oh jefe de los Dioses!, de Gautama.”
“Indra dijo a Ahalyá sonriendo: “¡Oh hermosa mujer!, feliz soy y ya me voy.” Y tras haberse unido con ella, salió de la cabaña hecha con follaje. Y se apresuraba lleno de miedo, ¡oh Rāma!, porque temía a Gautama, cuando en aquel momento advirtió al gran muni que volvía.
“Gautama, invencible para los devas y los danavas, tal era de poderoso su ascetismo, volvía purificado por las aguas del vado sagrado, resplandeciente como Anala. Traía samidhs y de la hierba kusa. Al ver al toro de los Munis, el jefe de los suras, espantado, perdió la serenidad. Por su parte, el virtuoso solitario, al reconocer bajo su traje de asceta al dios de los mil ojos, encolerizado dijo al culpable: “¡Has tomado mi forma para llevar a cabo, oh perverso, lo que te estaba prohibido! Pues bien, a causa de ello ¡ya no podrás tener más hijos!”
“Apenas el magnánimo Gautama hubo hablado así lleno de indignación, las partes genitales del dios de los mil ojos cayeron al suelo. Tras haber maldecido a Sakra, maldijo a su esposa: “En cuanto a ti, ¡aquí permanecerás durante millares de años alimentándote de aire, sin otro sustento, macerándote, durmiendo sobre la ceniza, invisible a todos los seres! ¡Tal será tu existencia en esta ermita! No volverás a ser pura hasta que Rāma el invencible hijo de Dasaratha, entre en este bosque temible. Dándole hospitalidad, ¡oh perversa!, dejarás de estar extraviada por la pasión; y cerca de mí, alegre volverás a encontrar tu cuerpo.”
“Dichas estas palabras, el ilustre Gautama se alejó de la culpable y de esta ermita, retirándose a una de las cimas del Himavat, frecuentada por sidas y caranas, lugar lleno de encantos, donde el gran solitario practica el ascetismo.”(Ramayana de Valmiki, Sarga XLIII-XLIX).
Girivraja (ciudad) Ciudad fundada por el hijo de Kusa, Vasú, en la región de Vasumati.
Gurú (maestro)
H
Hamsas y lo Sarasas (180)
Hara (epíteto de Śiva, que soporta la caída de la Gańgā sobre su cabeza para llegue a la Tierra, pues no podía soportar directamente su caída desde el Cielo).
Hari (Señor Viṣṇu)
Himapandura, elefante que sostiene la región (norte), que sostiene la Tierra.
Himavat(Montes Himalayas)
Himavat tiene a Gańgā, como su hija mayor; Umā es su segunda hija.
Hradiní: Una de las tres ramas de la Gańgā, que van hacia el este, las otras dos son: la Pavaní y la Naliní.
Hrishikesa (apelativo de Viṣṇu).
I
Ikshvakú. (Genealogía de Iksvaku): “En cuanto al muy virtuoso hijo de Iksvaku, ¡oh tigre de hombres!, nacido de Alambushá, conocido es con el nombre de Visala. Por él fue fundada aquí, en este lugar, la ciudad de Visala. El hijo de Visala, ¡oh Rāma!, fue el poderoso Hemacandra. Sucandra, tal fue el nombre del hijo y sucesor inmediato de Hemacandra. El hijo de Sucandra, ¡oh Rāma!, es conocido con el nombre de Dhumrasva. El hijo de Dhumrasva fue el venerable Sahadeva, lleno de Majestad. Kusasva fue el muy virtuoso hijo de Sahadeva. Kusasva tuvo por hijo al ilustre y majestuoso Somadatta. El hijo de Somadatta es conocido con el nombre de Kakutstha. El hijo de éste habita ahora esta ciudad, lleno de gloria, es el muy ilustre, el invencible Sumati. (Ramayana de Valmiki, Sarga XLVII).
Indra: (rey de los dioses): Indra y Ahalya: Cuando el muni Gautama esposo de Ahalyá, se fue cierto día al río a bañarse, Indra, aprovechando su ausencia se disfrazó de asceta, y entró en la ermita de Ahalyá. Ésta lo reconoció, pero aceptó su propuesta de acostarse con él. Tras su marcha se encontró con Gautama que venía ya purificado y lo maldijo. Indra de esta forma perdió la virilidad. También Gautama maldijo a su esposa Ahalya que se volvió invisible. A la espera de que Sri Rāma pasara por la ermita miles de años después y la liberara.
Al perder Indra su virilidad por la maldición de Gautama, se fue a los dioses y estos y los pitris le ofrecieron el organo sexual de un carnero.
J
Jahnaví (rio Gańgā). Hija de Jahnú, éste estaba realizando un gran sacrificio. Al inundar el recinto del sacrificio las aguas de la Gańgā que seguían el carro de Bhagiratha, Jahnú las bebió y luego las dejó salir por sus orejas. La Gańgā se convirtió así en hija de Jahnú. De ahí el nombre de Jahnaví.
Jahnú: “Jahnú, el del maravilloso karmán, procedía entonces a un sacrificio. La Gańgā inundó el terreno en que sacrificaba el príncipe magnánimo. Viendo aquella insolencia, Jahnú, irritado, bebió, toda el agua del río. Entonces los devas, así como los gandharvas y los rṣis, llenos de estupor, celebraron al magnánimo Jahnú, el mejor de los hombres. Inclináronse también ante la Gańgā, vuelta de aquel modo hija del héroe magnánimo. El príncipe ilustre, satisfecho, hizo salir el río por sus dos orejas. He aquí cómo llegó a ser hija de Jahnú y por ello llamada también Jahnaví.
Jambhaka, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Jambudvipa
Janaka,
Jyotisha, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
K
Kakustha (sobrenombre de Śrī Rāma)
Kakutstha (sobrenombre de Śrī Rāma)
Kamaruci, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Kamarupa, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Kampilya (ciudad de Brahmadatta)
Kapila: El sabio Vasudeva, a quien la Tierra entera pertenece, Madhava de quien ella es la esposa, él, Bhagavat, el Señor, revestido con la forma de Kapila, sostiene constantemente a la Tierra.
Kasyapa (prajapati)
Kasyapa, hijo de Marici,
Kesava: (apelativo de Viṣṇu).
Kesiní (primera esposa de Sagara): Cuando el muni Bhrigu le dijo que eligiera entre un hijo o sesenta mil hijos, ella eligió uno que perpetuase su raza. Tuvo de Sagara un hijo de nombre Asamanja.
Kinnaras: seres divinos.
Krittikas (cuidaron al niño Kartikeya)
Kukutstha (sobrenombre de Śrī Rāma)
Kumara (Kartikeya, hijo de Śiva)
Kumará (Kartikeya, Skanda)
Kusa, (hijo de Brahmā): Tuvo cuatro hijos con su esposa santa: Kusamba, Kusanabha, Asurtarajas y Vasú.
Kusamba, (hijo de Kusa). Fundó la ciudad de Kusambí;
Kusambí (ciudad): Fundada por Kusamba, hijo de Kusa.
Kusanabha, (hijo de Kusa): Fundó la ciudad de Mahodaya.
Kusika (sobrenombre de Viśvāmitra)
L
Lakshya (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Laksmana = Lakṣmaṇa (hijo de Sumitrá, hermano menor de Śrī Rāma)
M
Madhava: El sabio Vasudeva, a quien la Tierra entera pertenece, Madhava de quien ella es la esposa, él, Bhagavat, el Señor, revestido con la forma de Kapila, sostiene constantemente a la Tierra
Madhu (matador de Madhú). Apelativo a Viṣṇu, dado en el Ramayana.
Madhú: (matador de Madhú). Apelativo a Viṣṇu, dado en el Ramayana.
Maghada (ciudad)
Mahabahu, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Mahadeva (Śiva)
Mahapadma: Elefante de la región (sur), que sostiene la Tierra.
Mahesvara (Śiva)
Mahodaya
Manaba, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Manava (arma)
Manu (padre de la humanidad)
Marici: Padre de Kasyapa.
Maricha (rākṣasa) = Marica
Maruts: Hijos de Diti, relato del Ramayana Valmiki:
“Muertos sus hijos, Diti, sumida en el más profundo dolor, dijo al hijo de Marici, a Kasyapa, su esposo: “Mis hijos, ¡oh bienaventurado!, han sido muertos por tus magnánimos hijos (183). Yo quiero obtener, mediante un largo tapás, un hijo que sea el matador de Sakra. Yo cumpliré este tapás, pero dame un hijo, concédeme un hijo poderoso que dé muerte a Sakra.”
“Oyendo estas palabras, el hijo de Marici, Kasyapa, el del gran renombre, dijo a Diti, a la que el dolor consumía: “Que sea así, y sé dichosa; purifícate, ¡oh tesoro de ascetismo! Tú tendrás un hijo que matará a Sakra en campo de lucha. Al cabo de mil años, si te conservas pura, un hijo, destructor de los tres mundos, nacerá de ti.” Esto dicho, el poderoso asceta la purificó tocándola con su mano. Habiéndola tocado así, dijo: “Adiós, y partió a practicar el ascetismo.
“Una vez que estuvo lejos, ¡oh el mejor de los hombres!, Diti, en el colmo de la alegría, se estableció en los bordes del estanque de Kusa, donde se entregó al Tapás más riguroso. Mientras practicaba de aquel modo el ascetismo, ¡oh el mejor de los hombres!, el dios de los mil ojos se puso a su servicio con extremada diligencia. El fuego, los tallos de kusa, la madera, el agua, los frutos, las raíces, todo el dios de los mil ojos se lo procuraba, así como cuantas cosas ella deseaba. Cuando se trataba de devolver a sus miembros su agilidad, de hacer desaparecer su fatiga, Sakra, en todo momento, estaba a la disposición de Diti.
“Cuando lo menos mil años fueron transcurridos, ¡oh alegría de Raghú!, Diti, en el colmo de la alegría, dijo al dios que tiene mil ojos: “Para que mi tapás haya acabado, ¡oh tú el mejor de los héroes!, faltan diez años; sé feliz; entonces verás un hermano. El hijo que en tu interés anhelo, lo tendré. Será deseoso de vencer, conquistará los tres mundos, ¡oh hijo mío!, y con él vivirás sin inquietud. A ruego míos, ¡oh el mejor de los suras!, tu magnánimo padre me ha prometido concederme al cabo de mil años el don de un hijo.”
“Habiendo hablado así, Diti, cuando el Sol llegó a la mitad de su curso, fue cogida por el sueño, y la diosa durmióse con los pies en la cabeza. Cuando él vio esta impureza, los cabellos que tocaban los pies, los pies ocupando el lugar de la cabeza, Sakra echóse a reír muy contento. Puramdara penetró en el cuerpo de Diti y hendió el embrión en siete pedazos, ¡oh Rāma!, gracias a su poder infinito. El embrión así hendido por el trueno de los cien nudos lanzó horribles clamores, ¡oh Rāma! Y Diti se despertó: “¡No grites, no grites!”, dijo Sakra al embrión, mientras el poderoso Vasava le hendía de nuevo mientras se lamentaba.
“¡No le mates, no le mates!”, exclamó Diti. Entonces Sakra salió de su cuerpo, en atención a las palabras de su madre. Haciendo el anjalí, armado de su trueno, Sakra dijo a Diti. “Te has dormido en una posición impura, ¡oh diosa!; tús cabellos tocaban tus pies. Aprovechando esta brecha en tu ascetismo, el que debía matarme a mí, Sakra, en el campo de lucha, yo le he hendido en siete. ¡Oh diosa!, perdóname.”
“Habiendo sido hendido en siete su embrión, Diti, sumida en el dolor, dijo al irresistible dios de los mil ojos, con voz afectuosa: “Es a causa de una falta mía por lo que este embrión ha sido hendido en siete pedazos, y no por la tuya, ¡oh jefe de los Dioses!, matador de Bala. Yo deseo que aproveches la desgracia de mi embrión. Que los siete fragmentos lleguen a ser los guardianes de las regiones de los siete vientos. Que los siete recorran, en el cielo, las regiones de los vientos, ¡oh hijo querido! El nombre de mis hijos, de hermosura divina, será el de Maruts. Uno recorrerá el Brahmaloka, otro el Indraloka. El Divyavayu, así será llamado el tercero, de gran gloria. Los cuatro últimos, ¡oh jefes de los suras!, recorreran las regiones que a ti te plazcan. Felicidad a ti, serán conocidos con el nombre de los Maruts.”
“Al oír estas palabras, Puramdara, el dios de los mil ojos, respondió en estos términos, haciendo el anjalí, él, el matador de Bala: “Todo cuanto acabas de decir se cumplirá, no lo dudes. Del modo que tú dices, circularán, sé dichosa, tus hijos, hermosos como dioses.” (Ramayana de Valmiki, Sargas XLVI-XLVII).
Māyā
Mená (hija del Monte Meru)
Meru (Monte)
Mithila: Ciudad en la que se celebraba el torneo del arco. Allí se dirigieron Sri Rāma, Lakṣmaṇa y el asceta Viśvāmitra. Esta ciudad estaba gobernada por Janaka, el padre de Sita.
Moha, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Moharagas: Seres divinos.
Muni (sabio, santo)
N
Nairasya (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Naliní: Una de las tres ramas de la Gańgā, que van hacia el este, las otras dos son: la Hradiní, y la Pavaní.
Nishkali, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
P
Padmanabha (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Pahlavas: Ejército creado por la vaca cumplidora de los deseos, Sabalá (Surabhí, Kamadhenu), para luchar contra el ejército de Viśvāmitra, cuando éste quiso quitarle a Vasiṣṭha la vaca Sabalá. En su segunda creación salieron los sakas y de yavanas.
Pannagas (seres divinos)
Panthan (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Paranmukha, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Pavaka (apelativo de Agni)
Payaka(bosque)
Pavaní: Una de las tres ramas de la Gańgā, que van hacia el este, las otras dos son: la Hradiní, y la Naliní.
Pisacas, (seres divinos)
Pitris (antepasados)
Pradakshina
Pramathana, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Pratiharata, dardo llamado (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Puramdara: (apelativo de Indra, Sakra). Cuando apareció el delicioso amrta su creación causó la ruina de toda una raza al poner enfrenter a los hijos de Aditi y a los de Diti. Los asuras se asociaron a los rākṣasas. Entonces estalló una guerra formidable que sembró el espanto entre los héroes de los tres mundos. Cuando la exterminación fue total, Viṣṇu, dotado de un gran poder, se apoderó rápido del amrta valiéndose de su turbadora Māyā. Los combatientes que fueron al encuentro de Viṣṇu, el invencible, el supremo Purusa, sucumbieron en la lucha bajo el todo poder del dios. Los valerosos hijos de Aditi destrozaron a los hijos de Diti en aquella terrible batalla entre las dos razas dititeya y aditya. Tras la destrucción de los hijos de Diti, Puramdara se apoderó de la soberanía, y gobernó, en el seno de la justicia, los mundos, con las cuadrillas de rṣis y de chantres celestiales.”
Purohita (brāhmaṇa)
Purusa
R
Rabhasa, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Raghava(Śrī Rāma)
Raghu (Śrī Rāma)
Raghú (Śrī Rāma)
Rajarsi: Reyes de los rṣis.
Rakshas: (seres divinos)
Rakshasa = rākṣasa
Rama = Rāma
Rasatala: región donde residen los elefantes de las regiones, que soportan la Tierra.
Renuká:
Ricika (esposo de Satyavatí, hermana de Viśvāmitra)
Ritvijs
Rsis= rṣis
Rudra(Śiva)
S
Sabalá: Vaca que procura todos los deseos. Esta vaca Sabalá, era del rṣi Vasiṣṭha y agasajó a Viśvāmitra con todo tipos de manjares y a todos los miles de soldados de su ejércitos y acompañantes.
Vasiṣṭha llama a su vaca salpicada de manchas por quien las manchas eran borradas: “Ven pronto, ¡oh Sabalá!, sé atenta a mi voz, que he decidido preparar un festín digno de él a ese rṣi de los reyes, a quien su ejército acompaña; ayúdame. Sea cual sea el de los seis rasas que se desee, ¡oh divina Kamadhuk!, hazle correr abundantemente en atención a mí. Todo cuanto es bueno de comer, de beber, de lamer y de chupar, proporciónalo en cantidad, ¡oh Sabalá! Apresúrate.”
“A estas palabras de Vasiṣṭha, ¡oh matador de tus enemigos!, Sabalá, vaca de abundancia, suministró cuanto se podía desear fuese de la naturaleza que fuese. Azúcar, miel, espigas tostadas, licores fuertes, jarabes, brebajes de gran precio, alimentos de todas clases, tinajas de papilla caliente y sabrosa altas como montañas, arroz pelado, sopas, arroyos de leche pura, pasteles y golosinas de todas clases, millares de platos llenos de melaza hasta los bordes. Todo el ejército de Viśvāmitra, compuesto de miríadas de hombres, comió hasta no poder más. Vasiṣṭha le surtió copiosamente. El real rṣi Viśvāmitra harto fue, así como la flor de su corte, más los brāhmaṇas y los purohitas que le acompañaban. Regalado así, como sus ministros, sus consejeros y sus servidores.
La vaca Sabalá, no se separaba de Vasiṣṭha, tenía que vivir a su lado, Sabalá fue para mí siempre como el buen renombre para todo hombre. De ella dependen el havya y el kavya, así como la prolongación de mi existencia; e igualmente el agnihotra, el bala, el homa, como también las exclamaciones litúrgicas svahá y vashat, más los conocimientos variados. Todo esto depende de ella, imposible sería dudarlo, y en todo ello me procura plena satisfacción.
Es mi joya, es mi tesoro, es todo mi bien, es mi vida misma. Es para mí como la nueva y la llena Luna, así como los sacrificios acompañados de sus dakshinas. Ella resume para mí, la diferentes tareas, pues de ella dependen todas mis obras, sin duda alguna. (Ramayana de Valmiki, Sarga LIII).
En la primera creación salieron los Pahlavas. Los Sakas y Yavanas, los creó Sabalá en su segunda creación. Y en la tercera creó a los kambojas, brillantes como el Sol; de su ubre salieron los barbaras, espadas en mano. De su matriz, los yavanas; de su bosta, los afamados sabalas; del hueco de sus pelos, los mlecchas, y los haritas con los kiratas.
Sagara: Rey de Ayodhya, que tuvo como esposas a Kesiní y a Sumatí, al no poder tener descendencia, hizo austeridades durante 100 años de duración en las laderas de Himavat, en las rocas llamadas Bhríguprasravana. Bhrigú le concedió la gracia de tener descendencia, a una de sus esposas un hijo para que prosiguiera su raza, y a la otra 60.000 valerosos y magnámimos hijos. A ambas esposas las dejó elegir. Kesiní quiso tener solo un hijo, y parió a Asamanja y Sumatí parió una calabaza, de ella nacieron los 60.000 hijos. Los 60.000 hijos de Sagara fueron a buscar el caballo extraviado del sacrificio, y el Señor Kapila los convirtió a todos en cenizas. Luego fue a buscarlo el nieto de Sagara, Amsumat (hijo de Asamanja) y trajo de vuelta el caballo de sacrificio.
sakas y de yavanas y pahlavas: Ejército que creó la vaca Sabalá de Vasiṣṭha (hijo de Brahmā), para destruir el ejército de Viśvāmitra.
Sakra (sobrenombre de Indra)
Sakuna, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Samidhs
Samkara ó Sankara (Śiva)
Sara (bosque, hijo de Śiva)
Sarcimalim, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Sarpanatha, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Satananda: Capellán de Janaka, rey de Mithila. Hijo mayor de Gautama y Ahalyá.
Satavaktra, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Satodara, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Satyakirti, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Satyavat (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa),
Satyavatí ó Kausikí: hermana mayor de Viśvāmitra, y que está casada con Ricika (ha llegado a ser Kausikí, el santo y grande río)
Saumanasa elefante de la región(oeste), que sostiene la Tierra.
Siddha = (ermita donde Viśvāmitra residió, antes fue de Viṣṇu, en la forma de Vamana, que le quitó a Bali los tres mundos con sus tres zancadas).
Sindhá (el gran río de), la Sucakshús, Sitá, estas tres corrientes de la Gańgā van al Oeste.
Sitá, la Sucakshús, el gran río de Sindhá, estas tres corrientes de la Gańgā, van al Oeste.
Sitikantha (apelativo dado al Señor Śiva)
Siva = Śiva
Skanda (Las Krittikas, le sobrenombraron), precisamente porque de la emisión del embrión había brotado Kartikeya, héroe poderoso, y semejante a la llama.
Soma (licor)
Somadá (gandharvesa casada con Culin)
Soná (río)
Subahu (rākṣasa)
Subahú (rākṣasa)
Sucakshús, la Sitá, el gran río de Sindhá, estas tres corrientes de la Gańgā van al Oeste.
Sucibhau, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Sumagadhí, río delicioso, ilustre, deslízase por Magadha
Sumatí (2ª esposa de Sagara, hija deArishtanemi, y hermana de Suparna). Parió una calabaza y de ella salieron 60.000 hijos. Las nodrizas los criaron y en el sacrificio realizado por su padre Sagara, el caballo se perdió. Fueron a buscarlo y horadaron toda la superficie de la Tierra. Al final encontraron al caballo pastando cerca del Señor Kapila que por ser perturbado de su meditación, los convirtió en cenizas. Bhagiratha, bisnieto de Sagara llevó la séptima corriente hasta sus cenizas y lavadas éstas, ascendieron al Cielo. Brahmā le dijo a Bhagiratha que mientras la Gańgā estuviera en el Mundo, los sesenta mil hijos de Sagara estarian en el Cielo junto con las divinidades.
Sumati: Rey de la ciudad de Visala, hijo de Kakutstha, descendiente de Iksvaku, recibió a Sri Rāma, a su hermano menor Lakṣmaṇa y al asceta Viśvāmitra cuando éstos iban al torneo del arco que se celebraba en la ciudad de Mithila, gobernada por el rey Janaka.
Sumitrá (madre de Lakṣmaṇa)
Sunabhaka, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Suparna: (hermana de Sumatí)
Suras (dioses)
Svanabhaka, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Sveta (monte, hijo de Śiva)
T
Tapas =
Tapás =
Tripathagá (río): Nombre de la Gańgā de triple corrientes, será llamada la divina Bhagirathí. Y por haber dado nacimiento a tres corrientes será denominada también Tripathagá.
Trisankú:
U
Uccaihsravas: El cuarto don del Batimiento del Océano de Leche. El mejor de los caballos.
Umá = Umā (esposa de Śiva). Segunda hija de Himavat y Mená y hermana de Gańgā.
Uragas (seres divinos)
Urmilá (padre de Somalá, la gandharvesa casada con Culín)
V
Vāyu (dios del viento, aire)
Vamana: Dios Viṣṇu, encarnado como enano para arrebatarle los tres mundos al rey Bali, hijo de Virocana. Con sus tres pasos célebres. Meditó en la ermita del Siddha, que luego fue la morada de Viśvāmitra en tiempos de Śrī Rāma.
Varuna (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa), éstas hijas de Krisasva,
Varuna (dios de los Mares)
Vasiṣṭha: Al llegar Viśvāmitra a la ermita del asceta Vasiṣṭha, éste le agazaja al principio como cualquier anacoreta, con raíces y frutos y agua para lavarse los pies, manos y boca. Pero viendo que Viśvāmitra lo trata con gran respeto y debido a la felicidad que sentía por éste rey, Vasiṣṭha, llama a su vaca Sabalá para atender a todo el ejército de Viśvāmitra y a sus sirvientes directos.
Vasiṣṭha llama a su vaca Sabalá, salpicada de manchas por quien las manchas eran borradas: “Ven pronto, ¡oh Sabalá!, sé atenta a mi voz, que he decidido preparar un festín digno de él a ese rṣi de los reyes, a quien su ejército acompaña; ayúdame. Sea cual sea el de los seis rasas que se desee, ¡oh divina Kamadhuk!, hazle correr abundantemente en atención a mí. Todo cuanto es bueno de comer, de beber, de lamer y de chupar, proporciónalo en cantidad, ¡oh Sabalá! Apresúrate.”
“A estas palabras de Vasiṣṭha, ¡oh matador de tus enemigos!, Sabalá, vaca de abundancia, suministró cuanto se podía desear fuese de la naturaleza que fuese. Azúcar, miel, espigas tostadas, licores fuertes, jarabes, brebajes de gran precio, alimentos de todas clases, tinajas de papilla caliente y sabrosa altas como montañas, arroz pelado, sopas, arroyos de leche pura, pasteles y golosinas de todas clases, millares de platos llenos de melaza hasta los bordes. Todo el ejército de Viśvāmitra, compuesto de miríadas de hombres, comió hasta no poder más. Vasiṣṭha le surtió copiosamente. El real rṣi Viśvāmitra harto fue, así como la flor de su corte, más los brāhmaṇas y los purohitas que le acompañaban. Regalado así, como sus ministros, sus consejeros y sus servidores.
La vaca Sabalá, no se separaba de Vasiṣṭha, tenía que vivir a su lado, Sabalá fue para mí siempre como el buen renombre para todo hombre. De ella dependen el havya y el kavya, así como la prolongación de mi existencia; e igualmente el agnihotra, el bala, el homa, como también las exclamaciones litúrgicas svahá y vashat, más los conocimientos variados. Todo esto depende de ella, imposible sería dudarlo, y en todo ello me procura plena satisfacción.
Es mi joya, es mi tesoro, es todo mi bien, es mi vida misma. Es para mí como la nueva y la llena Luna, así como los sacrificios acompañados de sus dakshinas. Ella resume para mí, la diferentes tareas, pues de ella dependen todas mis obras, sin duda alguna. (Ramayana de Valmiki, Sarga LIII).
Vasiṣṭha extermina las tropas de Viśvāmitra:
“Como Vasiṣṭha, el asceta, no quería separarse de su vaca de la abundancia, Viśvāmitra, ¡oh Rāma!, se apoderó de Sabalá por la fuerza. Mientras el poderoso rey se la llevaba, Sabalá, desolada, pensaba, gimiendo bajo el peso del dolor; “¿Por qué he sido abandonada del muy magnánimo Vasiṣṭha y arrastrada por los servidores del rey, que me afligen y me hacen tan desgraciada? ¿En qué he podido faltar a este gran rṣi, el del alma pura, y cómo a pesar de mi inocencia y mi abnegación me abandona, él, que es tan justo?” Así reflexionaba lanzando frecuentes suspiros. Pero de pronto volvió presurosa junto al todopoderoso Vasiṣṭha. Pero de pronto volvió presurosa junto al todopoderoso Vasiṣṭha. Apartando por centenares a los servidores del rey, ¡oh matador de tus enemigos!, llegó rápida como el viento a los pies del magnánimo solitario. Allí, suspirando y mugiendo, dijo a Vasiṣṭha, derecha frente a él y lanzando clamores semejantes al retumbar de las nubes: “¿Por qué, ¡oh bienaventurado hijo de Brahmā!, me abandonas y consientes que los soldados del rey se me lleven en tu presencia?” A esta pregunta el brahmarsi respondió, cual hubiese respondido a una hermana, a la infortunada cuyo corazón era víctima de la angustia: “No te abandono, ¡oh Sabalá ni nada puedes reprocharme; es el poderosísimo rey el que se te ha llevado a pesar mío. Mi fuerza no es igual a la suya, hoy sobre todo. El rey es poderoso, es un kṣatriya, es el amo del Mundo. Dispone de un ejército entero, completo, compuesto de elefantes, caballos y carros, más gran cantidad de estandartes llevados por otros elefantes; por todo ello su fuerza es extremada.”
“Cuando la hubo hablado así, la elocuente Sabalá respondió respetuosamente a Vasiṣṭha, brahmarsi de gloria sin rival: “Dícese que el poder no pertenece a los kṣatriyas; los brāhmaṇas son superiores en fuerza; el poder del brāhmaṇa es divino, más grande que el del kṣatriya. Tu fuerza es inconmensurable; nadie es más poderoso que tú. Si Viśvāmitra está lleno de valor, tu energía es invencible. Ordéname, gran asceta, a mí, que poseo la potencia brahmánica, y arruinaré la insolencia de ese perverso, su fuerza, sus esfuerzos, todo.”
“Oyendo estas palabras, ¡oh Rāma!, el glorioso Vasiṣṭha le dijo: “¡Crea un ejército destructor del ejército enemigo!” Apenas le hubo oído, Surabhí desplegó al punto su poder creador; “¡Humbá!”, mugió. A este grito salieron los pahlavas por centenares, ¡oh príncipe!, y empezaron a destruir el ejército entero de Viśvāmitra en su misma presencia. El rey, exasperado y echando chispas por los ojos, empezó a exterminar a los pahlavas con dardos lanzados de arriba abajo. Al ver a Viśvāmitra destruir de aquel modo a los pahlavas a centenares, Surabhí emitió de nuevo una tropa formidable compuesta de sakas y de yavanas. La tierra entera cubierta de aquellos sakas mezclados con los yavanas. Héroe de bravura deslumbrante, semejantes a tamices de oro, armados de espadas y de lanzas de acerada punta, y vestidos con hábitos dorados. Todo el ejército del rey fue consumido como por otros tantos fuegos ardientes. Entonces el poderoso Viśvāmitra lanzó dardos que acribillaron a yavanas y sakas.”
“Al ver a sus guerreros abatidos y puestos en fuga por los dardos de Viśvāmitra, Vasiṣṭha excitó la virtud creadora de Kamadhuk. Y a un nuevo mugido nacieron los kambojas, brillantes como el Sol; de su ubre salieron los barbaras, espadas en mano. De su matriz, los yavanas; de su bosta, los afamados sabalas; del hueco de sus pelos, los mlecchas, y los haritas con los kiratas. Y por ellos, en un instante, fue destruido todo el ejército de Viśvāmitra: infantería, elefantes, caballos, carros, todo, ¡oh alegría de Raghú!
“Al ver exterminada de aquel modo toda su fuerza por el magnánimo Vasiṣṭha, los cien hijos de Viśvāmitra, provistos de toda clase de armas, lanzáronse llenos de furor sobre Vasiṣṭha, aquel cuyas oraciones eran las mejores. “¡Hum!”, hizo éste, y bastó para que el gran rṣi los consumiese a todos. El magnánimo Vasiṣṭha redujo a cenizas, en un instante, a los hijos de Viśvāmitra, así como a sus caballos, sus carros y sus hombres de a pie.
“Al ver destruido de aquel modo tanto sus hijos como su ejército, el muy ilustre Viśvāmitra, confuso, quedó pensativo. Como el océano cogido de inmovilidad, como una serpiente con los dientes rotos, como el Sol ensombrecido, así quedó él de pronto, privado de todo su valor. Habiendo perdido sus hijos y su ejército, desgraciado, semejante a un pájaro privado de alas, su energía y su fuerza totalmente destruidas, cayó en el más profundo desaliento. E instalando al único hijo que le quedaba en su trono, le dijo: “Gobierna la Tierra según la ley de los kṣatriyas”, y luego se retiró al bosque, yendo a establecerse en el flanco del Himavat, frecuentado por los kinnaras y los uragas, y para atraerse el favor de Mahadeva, el ilustre ermitaño, practicó el ascetismo. (Ramayana de Valmiki, Sarga LIV-LV)
Vasu ó Vasú (hijo de Kusa). Vasú fundó la importante ciudad de Girivraja en Vasumati (región), del nombre de Vasú.
Vasudeva (El sabio), a quien la Tierra entera pertenece, Madhava de quien ella es la esposa, él, Bhagavat, el Señor, revestido con la forma de Kapila, sostiene constantemente a la Tierra
Vasuki = Yasuki (serpiente que utilizaron los hijos de Diti y Aditi para el batimiento del océano de leche). A Vasuki lo tomaron como cuerda y al Monte Mandara como apoyo (pisón) y empezaron a batir sin medida, llenos de vigor. Al cabo de mil años, la boca de la serpiente que servía de cuerda se puso a vomitar un veneno muy activo y a estropear con sus dientes las rocas. Entonces cayó, semejante a Agni, el terrible veneno llamado halahala, que empezó a consumir al Universo entero con los devas, los asuras y los hombres. Los devas, tratando de encontrar asilo junto al gran dios Samkara, fueron a su encuentro, él, el amo de los rebaños, Rudra. “¡Socorro! ¡Socorro!” exclamaron con tono suplicante. De este modo, pensaban los dioses, nos escuchará el Señor supremo de todos nosotros, el Amo. Entonces llegó Hari, trayendo la caracola y el disco. Hari se dirigió sonriendo a Rudra, que llevaba su venablo: “Lo que ha producido, ante todo, el batimiento de los daivatas, te pertenece, ¡oh el mejor de los suras!, puesto que eres el jefe de los dioses. Asegúrate, pues, el primer homenaje tomándote el veneno, ¡oh Señor!” Esto dicho, el mejor de los suras desapareció.
“Viendo a las divinidades espantadas y luego de haber oído las palabras del dios armado de Sarnga, el jefe de los devas, el bienaventurado Hari bebió el halahala, veneno terribilísimo que se asemejaba al amrta. Tras librar de él a los dioses, se marchó. (Ramayana de Valmiki, S. XLV, pág. 173).
Vasumati: Región donde Vasú, hijo de Kusa (el hijo de Brahmā) fundó la ciudad de Girivraja.
Vasus
Vedi
Vidarbhas, los (tribu)
Vimala, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Vindhya (monte, que está frente al Monte Himavat)
Vinidra, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Virocana (padre de Bali)
Viruca, (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Virupaksha (elefante de la región este, que sostiene la Tierra)
Visalá: Ciudad donde los hijos de Diti y de Aditi vivían. Cuenta esta parte Sakra. Y llegados al borde de la Gańgā, advirtieron la ciudad de Visalá. El excelente muni, acompañado de Raghava, dirigióse sin tardar hacia Visalá, ciudad encantadora, divina, semejante al paraíso. Rāma, con su gran sabiduría, interrogó a Viśvāmitra, el ilustre asceta, tras haber saludado con el anjalí a Visalá, la ciudad excelente. “¿Cuál es la familia real que habita Visalá, ¡oh gran Muni!? Desearía saberlo. Felicidad a ti, pero ello me interesa vivamente.”
Interrogado de este modo por Rāma, el toro de los ascetas se puso a referir la antigua historia de Visalá. “Escucha, ¡oh Rāma!, lo que se ha oído contar a Sakra. Sabe exactamente lo que ha pasado en este país, ¡oh Raghava! En otro tiempo, durante el Kritayuga, los poderosos hijos de Diti y de Aditi vivían como héroes afortunados, valerosos y llenos de virtud. Pero un pensamiento se les ocurrió a estos héroes magnánimos: ¿Cómo podríamos llegar a ser inmortales, exentos de vejez y de enfermedades? Mientras reflexionaban sobre ello una idea se les ofreció a aquellos sabios: Batiendo el mar de leche obtendríamos el rasa. Y resolvieron tal batimiento.
“Entonces se hicieron una cuerda con Yasuki, tomaron como pisón (apoyo) el Mandara y empezaron a batir sin medida, llenos de vigor. Al cabo de mil años, la boca de la serpiente que servía de cuerda se puso a vomitar un veneno muy activo y a estropear con sus dientes las rocas. Entonces cayó, semejante a Agni, el terrible veneno llamado halahala, que empezó a consumir al Universo entero con los devas, los asuras y los hombres. Los devas, tratando de encontrar asilo junto al gran dios Samkara, fueron a su encuentro, él, el amo de los rebaños, Rudra. “¡Socorro! ¡Socorro!” exclamaron con tono suplicante. De este modo, pensaban los dioses, nos escuchará el Señor supremo de todos nosotros, el Amo. Entonces llegó Hari, trayendo la caracola y el disco. Hari se dirigió sonriendo a Rudra, que llevaba su venablo: “Lo que ha producido, ante todo, el batimiento de los daivatas, te pertenece, ¡oh el mejor de los suras!, puesto que eres el jefe de los dioses. Asegúrate, pues, el primer homenaje tomándote el veneno, ¡oh Señor!” Esto dicho, el mejor de los suras desapareció.
“Viendo a las divinidades espantadas y luego de haber oído las palabras del dios armado de Sarnga, el jefe de los devas, el bienaventurado Hari bebió el halahala, veneno terribilísimo que se asemejaba al amrta. Tras librar de él a los dioses, se marchó. (Ramayana de Valmiki, S. XLV, pág. 173). Véase la genealogía de Iksvaku. Visala fue hijo de Iksvaku y Alambusa.
En el tiempo de Sri Rāma gobernaba la ciudad de Visala, el rey Sumati, uno de los descendientes de Iksvaku.
Viṣṇu (Dios)
Visvamitra = Viśvāmitra, tuvo muchos hijos pero Vasiṣṭha los mató a todos menos a uno, cuando Viśvāmitra quiso llevarse la vaca Sabalá. Luego con su esposa tuvo 4 hijos más, cuyos nombres son: Havishpanda, Madhushpanda, Driphanetra, Maharatha.
Vrittimat (arma dada por Viśvāmitra a Śrī Rāma y Lakṣmaṇa)
Y
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